El futuro del planeta está en manos del hombre, pero pocos hacen algo por cuidarlo (El Mercurio)

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    Si bien la mayoría conoce sobre el cambio climático, la escasez de agua y alimentos, y la amenaza al ecosistema, por lo general siempre se espera que otros realicen acciones.

    Por Lorena Guzmán H.

    Mañana se celebra un nuevo Día de la Tierra y, tal como en sus inicios en 1970, la jornada estará dedicada a actividades para proteger al planeta y para concientizar sobre su estado actual. Y a pesar del tiempo transcurrido, el diagnóstico sigue siendo negativo. En un esfuerzo por desentrañar las causas de tan poco avance, la revista Science dedica su edición de hoy a un especial sobre el tema.

    En 2100, se calcula que poco más de 11 mil millones de personas vivirán en el planeta. Para alimentarlas habrá que producir entre el doble y el triple de comida que la que se procesa hoy. Y ya se utiliza el 40% de la tierra disponible para la agricultura y ganadería.

    «El tamaño de la población no es lo único que presiona a la Tierra», dice el trabajo encabezado por Eileen Crist, del Departamento de Ciencia y Tecnología en la Sociedad de Virginia Tech. «Pero es una fuerza poderosa que es susceptible de cambiar si existe la voluntad política internacional».

    Pero esa voluntad se necesita en varios frentes. Desde el año 1500 se han extinguido 363 especies de vertebrados. «Con lo que sabemos hasta ahora, la tasa de extinción podría aumentar prontamente en al menos cinco veces», asegura otro de los trabajos liderados por Christopher Johnson, del Centro de Excelencia para la Biodiversidad y Patrimonio Australiano de la U. de Tasmania. Y esto es solo por nombrar algunos ejemplos.

    Si bien muchos tienen noción del daño que provoca el ser humano al planeta, eso no se traduce necesariamente en acciones para evitarlo. Una de las razones, dice el estudio encabezado por Elise Amel, del Departamento de Psicología de la Universidad de St. Thomas en Estados Unidos, es que al vivir en ciudades industrializadas se compromete, de alguna manera, la afinidad con la naturaleza. «Por ello se abre la puerta a conductas destructivas con el medio ambiente».

    Para Rodolfo Sapiains, académico del Departamento de Psicología de la Universidad de Chile e investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, a lo anterior hay que sumarle una serie de barreras que limitan la acción.

    «Una de ellas es la idea de que lo que una persona pueda hacer es como una gota en el mar, que no es importante si las industrias o los países desarrollados no lo hacen», explica. Esto no solo lleva a la inacción personal, sino que también a la social, en la cual la presión del colectivo para la toma de decisiones y la elaboración de políticas son fundamentales.

    Pero también tiene que ver con una falsa conciencia verde. «Muchos creen que lo que se hace por el medio ambiente es optativo. Por ejemplo, como reciclo, no me tengo que preocupar de mi sobreconsumo y mi conciencia está tranquila», dice. Así, el efecto de cualquier aporte, finalmente, se diluye. Ahora, si bien los problemas ambientales son colectivos y sociales, y no personales, el aporte de todos es fundamental, agrega.

    «Necesitamos construir una ciudadanía global conocedora de los conceptos de cambio climático y consciente del peligro sin precedentes que vive el planeta», dijo Kathleen Rogers, presidenta de la Earth Day Network, el organismo que organiza el Día de la Tierra a nivel mundial. «La alfabetización medioambiental y climática es el motor no solo para crear votantes, leyes y políticas pro medio ambiente, sino también para acelerar el desarrollo de las tecnologías y trabajos verdes».

    Leer en El Mercurio.