Expertos aseguran que daño a la biodiversidad por los incendios se compara al de las últimas glaciaciones (El Mostrador)

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Por Gabriel Ibrahí y Héctor Cossio

El daño a la biodiversidad y al ecosistema del sur del Chile a causa de los incendios, que aún no han logrado extinguirse en varios puntos del país, resulta todavía inestimable. Sin embargo, científicos y expertos en ecología ya hacen un cálculo aproximado. Estaríamos hablando de la peor catástrofe a la biodiversidad en cien años, comparable al impacto de las últimas glaciaciones.

Según informaciones actualizadas de la Corporación Nacional Forestal (CONAF) la totalidad de incendios forestales activos que se tienen registro a nivel nacional -a este jueves 02 de febrero- son 123 incendios, de los cuales 58 han sido controlados, 62 se encuentran en combate y 3 han sido extinguidos.

En la presente temporada, que va desde el 1° de julio del 2016 a la fecha, han tenido ocurrencia en territorio nacional 3.087 incendios forestales, que han arrasado con 585.990 hectáreas, entre bosque nativo, plantaciones de monocultivo y predios agrícolas.

Olga Barbosa presidenta de la Sociedad de Ecología de Chile y académica de la Universidad Austral no trepida en calcular que la catástrofe tendrá un impacto en el medioambiente tan profundo como el ocurrido hace unos 12 mil años en los Andes Patagónicos y en toda la Cordillera de Los Andes, cuando se dejó caer el último periodo glacial o Edad del Hielo.

“Por lo menos de los últimos cien años es la peor catástrofe. La evidencia de algo comparable a lo que estamos viviendo ahora, pero en una escala de tiempo mucho más amplia, fueron las glaciaciones, o sea catástrofes en el sentido de cambios importantes», sostiene la bióloga e investigadora del Instituto de Ciencias Ambientales y Evolutivas de la Universidad Austral.

Estos cambios, que se están produciendo en el sur de Chile y que se han concentrado en el área de mayor condensación de biodiversidad del país, reconocida mundialmente como una zona excepcional por el número de especies endémicas presentes en un área pequeña, también pueden ser comparables con los que ocurridos durante los grandes procesos geológicos en tiempos remotos, pero con dos grandes diferencias: la velocidad en que se fuerza el cambio en el ecosistema y que no es la naturaleza la responsable, sino la intervención humana, ya sea accidental o deliberada.

«Nosotros estamos imitando esos mismos procesos que generan cambios gigantescos en la biodiversidad, pero solo en cuestión de días”, advierte con seguridad y preocupación.

Recuperación

¿Pero cuánto tardará que los sistemas ecológicos recuperen su rica biodiversidad? ¿Cuánto tiempo demorará en que se recuperen los suelos y cómo afectará su degradación a la fauna que se quedó sin hábitat? Aun cuando resultan urgentes estas preguntas, no tienen respuestas claras en la comunidad científica. «Es difícil hacer una proyeccción», confiesa Barbosa, porque no hay un catastro exhaustivo de especies de plantas y animales que habitan el territorio, en particular fuera de las áreas protegidas del Estado. Lo que en sí existe claridad, es que la pérdida de diversidad biológica afecta servicios ecosistémicos complejos, que benefician a los habitantes y a los productores agrícolas y forestales y que tienen relación con la regulación del ciclo del agua, la protección de suelos, la cantidad de agentes polinizadores bióticos y control de plagas a través de animales carnívoros.

«Se trata de un momento crítico en el que se deben planear acciones de recuperación concretas», plantea.

El pasado martes 31 de enero, la experta estuvo en una reunión con varias entidades ambientales convocadas por el Ministerio del Medio Ambiente para la instauración del Comité Nacional de Restauración.

“Es súper difícil hacer una estimación en ese momento, pero cuánto tiempo demore en recuperarse lo que fue destruido, dependerá mucho de las acciones que nosotros tomemos ahora. Es bien importante lo que hagamos con eso, si tomamos por ejemplo acciones de restauración donde en el fondo protejamos todos los sectores que están en este momento quemados, obviamente que la recuperación va a ser mucho más rápida. Pero si por el contrario, no tomamos medidas concretas para la restauración, el ecosistema se va demorar muchísimos años y puede ser que no se recupere nunca”, enfatiza.

De las casi 600 mil hectáreas afectadas por los incendios, más 88 mil son de bosques nativo.

Estos datos, no dejan de ser alarmantes si se suman a los revelados por el estudio Estado del Medioambiente de Chile. Comparación 1999-2015, realizados por el Centro de Análisis de Políticas Públicas del Instituto de Asuntos Públicos, de la Universidad de Chile.

En este informe se establece- aún cuando existen diferencias con otros estudios por las distintas metodologías usadas- que en las últimas dos décadas y en la zona comprendida entre Valparaíso a la región de Los Lagos, se han perdido 313.921 hectáreas de bosque nativo.

Según el informe la significativa pérdida puede explicarse ya que dichas regiones han estado expuestas a una gran presión por cambio de uso y cobertura del suelo del país debido a una alta concentración de algunas de las principales actividades económicas a nivel nacional. En esa área, por ejemplo, se concentra el 98,7% de las plantaciones forestales de especies exóticas de todo el país.

La otra razón de esta perdida, desde luego, son los incendios forestales, que se han multiplicado exponencialmente. Entre los años 2103 a 2015 se quemaron más de 335.000 hectáreas de bosques, lo que da un promedio aproximado de 100 mil hectáreas por año. Esto es dos veces más que el promedio anual de los últimos 40 años.

Y si a estos datos, le sumamos las casi 600 mil hectáreas que se han quemado solo en estas últimas semanas, la visión es literalmente dantesca por lo devastadora.

Incidencia de la industria forestal

Para Barbosa pensar en un plan de restauración implica subvencionar a los medianos y pequeños silvoagricultores para plantar especies endémicas, que tienen un menor grado de inflamabilidad, respecto de los monocultivos de pino y eucaliptus. Esto, porque en el actual escenario, «se ha puesto en evidencia que el modelo actual de la industria forestal ya no funciona».

“Desde el punto de vista de las acciones políticas que se tomen, es importante que hagamos un recuerdo de que este desastre que todavía no termina, de alguna manera está demostrando que hay un modelo de producción el cual hemos alimentado durante muchos años que no es el correcto. Y lo podemos ver ahora de una manera muy trágica. Tenemos que discutir acerca de cuántas hectáreas de plantación exótica, las empresas forestales están dispuestas a modificar”.

Estos cultivos son conocidos científicamente como especies “pirrófitas”, es decir que tienen afinidad con el fuego. Según la bióloga, esa adaptación a los incendios hace que los monocultivos incluso propaguen las llamas. Esa aseveración entra en conflicto con lo asegurado hace algunos días en diversos medios de comunicación por académicos del Laboratorio de Incendios Forestales de la Universidad de Chile que sostienen que los pinos y eucalipstus no propagan el fuego.

Susana Gómez, investigadora de la línea de investigación Servicios Ecosistémicos del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, un centro de excelencia dedicado a estudiar de manera multidisciplinaria el clima y el medio ambiente.

La experta revela que lo sostenido por el Laboratorio de Incendios Forestales, y que ha derivado en controversia, no tendría mayor consenso en la comunidad científica porque esta basado en experimento realizados fuera de las condiciones reales del bosque, y que, por lo tanto, no puede limitarse a un «sólo experimento decisiones de gestión».

Gómez asegura que método de prevención y claramente de recuperación de las zonas degradadas una solución mantener una flora diversa con distintos niveles de propensión al fuego para que funcionen como una especie de “cortafuegos” natural.

“La evidencia de los colegas forestales se apoyan en un estudio publicado en una revista de divulgación forestal (no científica) desarrollado por Eduardo Peña de la Universidad de Concepción. Este trabajo indica que las diferencias en el tiempo de ignición de las hojas es similar al comparar unas pocas especies nativas y el eucalipto», explica.

Este experimento, asegura la investigadora, se realiza sobre hojas secas por lo que no representa lo que ocurre en el campo, donde hay mayor humedad en el bosque nativo.

De todas formas, dice, «aunque la inflamabilidad de las hojas de eucalipto sea igual a la de las hojas nativas, cosa que en el campo yo dudo , el problema de los incendios no se da por las diferencias en inflamabilidad a escala de tejido, como indica ese estudio. Lo que hace que se propaguen los incendios de forma descontrolada es que las plantaciones están dispuestas de forma muy homogénea, densa y continua, con escasos cortafuegos en el paisaje, y además, como estas son especies de rápido crecimiento, el suelo bajo las plantaciones está más seco, lo que a su vez, favorece el fuego», señala.

«Por el contrario, el bosque nativo -asegura- es heterogéneo, tiene diferentes especies con diferente inflamabilidad, y retiene mayor humedad, con lo cual, el fuego se propaga más lento”.

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