“La filosofía Caszely” por Luis Cordero

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    Columna de opinión de Luis Cordero, investigador del (CR)2 y académico de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Publicada en La Segunda.

    “No tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso”, esa famosa frase de la cultura popular chilena, atribuida al ex futbolista Carlos Caszely, es utilizada habitualmente para tratar de explicar —si es posible encontrar alguna explicación— las contradicciones recurrentes de una persona.
    En el Derecho se afirma que nadie puede ir contra acto propio, es decir, no es posible defender como legítima una decisión presente cuando ésta es contradictoria con las del pasado, que se disocian convenientemente para obtener un beneficio. Ello por efecto de un elemental razonamiento lógico, el principio de no contradicción, reconocido a su vez desde tiempos de Aristóteles: “No puede una proposición y su negación ser válidas al mismo tiempo y en el mismo lugar”. Por eso los jueces suelen calificar conductas de ese tipo como arbitrarias y contrarias a la buena fe.

    El Presidente Piñera se ha transformado por estos días en el más fiel exponente de la filosofía Caszely. Por un lado, la negativa a firmar el Protocolo de Migraciones, exponiendo argumentos inexactos cuando arreciaban las críticas expertas a su decisión, y pese a que en septiembre, en la Asamblea General de la ONU, se había referido a la importancia de apoyar dicha declaración para contribuir a un sistema seguro, ordenado y regular de migraciones.

    Por el otro, el precedente que había tenido esta forma de actuar cuando, también en septiembre, el Gobierno se negó a la firma del Acuerdo de Escazú, que explicita criterios de justicia, participación y acceso a la información ambiental. Al igual que en el caso de migraciones, la
    administración Piñera fue defensora del acuerdo en su etapa de negociación —y su primera administración fue, de hecho, su principal promotor— y el propio Presidente lo invocó en el mensaje del proyecto de ley que remitió en julio al Congreso para reformar el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental. Pero, a pesar de dichos actos previos, finalmente decidió no suscribirlo.

    La ironía de todo esto es que el mismo día que el Presidente Piñera exponía las razones para no suscribir el Pacto de Migraciones, la ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, conseguía que Chile fuese la sede de la próxima cumbre de la ONU sobre cambio climático. Quizá él no sepa hasta ahora que, en esa materia, los temas de información ambiental y los efectos de las migraciones climáticas son aspectos trascendentales en el debate.

    La filosofía Caszely es incomprensible incluso para el más leal hincha del fútbol. Por eso, el Presidente Piñera no debería olvidar que el multilateralismo y los acuerdos internacionales son políticas de Estado que han construido la identidad y coherencia de Chile desde el retorno a la democracia. Algo demasiado relevante para dejarlo a las excentricidades de la picardía futbolística.