Las particulares condiciones que provocaron el desastre en el norte del país (La Tercera)

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(La Tercera, 27 de marzo) Expertos explican que baja segregada, un fenómeno que suele ocurrir más al sur, causó lluvias más arriba en la cordillera.

Por Cristina Espinoza

La baja segregada (BS), el flujo de aire frío en altura que ha afectado, especialmente a la zona norte del país, es un fenómeno que ocurre en Chile entre cinco y 15 veces al año.

Es errático y, por lo mismo, es díficil saber con mucha anticipación cómo se comportará, pues en el camino puede alimentarse o no de corrientes que le otorguen humedad. En este caso, se enriqueció con vientos tropicales provenientes del Ecuador, que hicieron que las lluvias se intensificaran inusualmente. Es, a juicio de los expertos, el origen de la cadena de acontecimientos que ocurrieron en el norte del país y que terminaron configurando un gran desastre.

En Copiapó, por ejemplo, donde el promedio anual de precipitación no supera los 15 mm, el fenómeno provocó que la cifra se cuadruplicara.

Roberto Rondanelli, climatólogo del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), explica que en general, la baja segregada no llega tan al norte, pero además de alcanzar una latitud superior a la habitual, lo particular de este evento ha sido el transporte de vapor de agua desde la zona ecuatoriana. “Este aire fue el que aportó la humedad para que se produjeran las precipitaciones y, al mismo tiempo, aumentara mucho la temperatura. Al hacerlo, elevó la línea de la isoterma 0 °C o la línea desde donde empieza a caer nieve, que está muy arriba”, explica.

En un evento normal, la isoterma 0 °C está a entre 1.000 y 2.000 metros de altura. En este caso, la cordillera nevada partió sobre los 3.500 metros, e incluso a los 5.000 m, por lo tanto, la precipitación no se acumuló, sólo escurrió.

Si durante una tormenta fría, 20 mm de lluvia diaria no provocan consecuencias, esta vez, con los 22 °C que había el martes, la isoterma estaba a 4.500 metros.

Arnaldo Zúñiga, meteorólogo de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), explica que no se trata de un sistema frontal (que es más fácil predecir, incluyendo lugar y hora de inicio y término) y por lo mismo, cuesta más saber cómo se comportará. “Nos ha pasado que hemos pronosticado precipitaciones y llueve my poco. Ahora se alimentó de mucha humedad, aporte de calor y una dinámica propicia para que se desarrollara y activara mucho, hasta con tormenta eléctrica desde Tarapacá al norte de La Araucanía”.

El descenso

Pero Rondanelli explica que la llegada de la BS se veía con claridad el sábado. “No había posibilidad de que no ocurriera. Se veía claro que iba a llover en Atacama”, asegura.

Cuánto, la DMC lo estimó en su alerta de ese día y en las alertas siguientes, aunque no está claro si advirtió sobre la subida de la isoterma. El hecho de que la temperatura impidiera que hubiera nieve a baja altura creó el ambiente adecuado para que el agua comenzara a bajar.

“Aluviones, aludes, flujos de barro o detritos, se producen en zonas de pendiente, cuando hay materiales y precipitaciones intensas”, indica María Victoria Soto, investigadora del Departamento de Geografía de la U. de Chile.

“El suelo se llena de agua por todos los poros, no puede seguir infiltrando y escurre, provocando crecida de ríos, arrastrando material, sedimento y barro”, agrega Esteban Sagredo, geógrafo de la U. Católica.

Con escasa o nula vegetación, mucho material rocoso y hasta basura, el suelo del norte se sobresaturó y perdió capacidad de infiltración, la que de manera natural ya es baja.

René Contreras, experto en mecánica de fluidos de la U. de Mayor, explica que los suelos del norte son arcillosos y tienen mucho componente fino. “Eso lo hace prácticamente impermeable, es tan fino que parece talco, le llamamos chusca. El comportamiento que tiene cuando hay aporte de agua es que ésta no se infiltra y escurre superficialmente, agrandando el fenómeno la pendiente que existe de cordillera a mar”.

En su camino a la desembocadura arrastran lo que encuentren y en este caso, lo agrava el hecho de que como es un fenómeno poco frecuente, la población lo olvida y edifica y acumula basura en conductos por donde regularmente pasa agua. “Uno ve la cantidad de escombros que trae la primera línea y eso la hace extremadamente destructiva”, enfatiza Contreras.

“Mientras más crece el mundo urbano más propenso a este tipo de inundaciones. En las ciudades, en general, se da un proceso doble: una pobre planificación y el no prever la magnitud de la crecida, que ha ocurrido en el pasado y va a volver a ocurrir”, agrega Sagredo.

No es posible controlar la bajada del agua, pero sí evitar ponerse en su camino, dice Soto. “En general, se puede evitar el impacto en la medida que haya un ordenamiento que contenga áreas de riesgo por remociones en masa, contribuir al ordenamiento territorial sustentable a través de la incorporación de la gestión de riesgo, con estudios de áreas de amenaza a nivel local y vulnerabilidad”, indica.

Alfredo Iturriaga, arquitecto experto en diseño bioclimático de la U. Mayor, dice que el plan regulador de Copiapó está en preparación desde 2001, lo que habla bien, porque actualiza su crecimiento, pero “los pilla mal puestos para este fenómeno”.

Además de la zonificación, agrega, es importante determinar cómo construir. “Una casa bien anclada no debiese ser arrastrada”. Un techo con pendiente también impide que se produzca una zanja. “Debemos considerar los agentes climáticos para que la edificación se sostenga en el tiempo y no dejar ese trabajo a futuras generaciones”, sostiene.

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