Se necesita mucho más que una lluvia otoñal para enfrentar la actual escasez hídrica (El Mercurio)

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Investigadores proponen hacer un recambio a cultivos con menos demanda hídrica, reutilizar aguas residuales y generar una cultura que valore este recurso.

Por Paula Leighton

Si se trata de rankings , Chile aparece en uno poco envidiable: según el Instituto de Recursos Mundiales, el país ocupa el lugar 24 entre las 33 naciones del mundo con mayor riesgo hídrico para 2040.

La falta de agua para consumo humano y de pequeños agricultores en Petorca y la desaparición de la laguna de Aculeo no son hechos aislados, sino ejemplos que se irán multiplicando.

Esto son “una alerta que nos dice ‘ojo, como país debemos avanzar para saber cómo están nuestros recursos y cómo queremos seguir avanzando”, advierte Camila Álvarez, investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y de la U. Austral de Chile.

“Este tipo de sucesos se van a volver cada vez más recurrentes si seguimos gestionando el agua con las prácticas que tenemos hasta ahora”, coincide Ulrike Broschek, subgerente de Sustentabilidad y líder de Escenarios Hídricos de la Fundación Chile.

Y es que lluvias como las que cayeron desde el lunes en la zona central no solo son cada vez más esquivas, sino que el escenario se ve agravado por patrones de extracción irracionales y falta de una cultura del agua que permita hacer un uso más sustentable de este recurso, coinciden las expertas.

Génesis y soluciones

La misma preocupación llevó a 18 premios nacionales y cuatro rectores de universidades a redactar el Acta de Tarapacá, documento que entregarán a la Presidencia pidiendo “revertir las malas prácticas en el uso del agua y garantizar su acceso como un derecho inalienable para futuras generaciones” (ver nota relacionada).

Mala planificación en el uso del agua, ausencia de proyecciones de cambio climático y falta de mediciones y datos que permitan estimar cuánta agua entra, se almacena y sale o se extrae de los acuíferos para así establecer qué cuencas están más afectadas, son parte del problema, dice Álvarez. A esto se suma “el sobreotorgamiento de derechos de agua a nivel nacional, y que supera en cinco a seis veces la disponibilidad real de agua”, advierte Broschek.

Ambas coinciden en la urgencia de un abordaje territorial y multidisciplinario, especialmente considerando que solo a nivel estatal en Chile hay unas 40 instituciones que tienen que ver con gestión del agua (ver recuadro).

Tanto los firmantes del Acta de Tarapacá como las expertas del (CR)2 y Fundación Chile llaman a establecer una cultura del agua que, a través de programas de educación ambiental y participación ciudadana proactiva, lleve a la población a valorar y hacer un uso adecuado de este recurso.

Analizar nuestro patrón de desarrollo es otro aspecto clave. “A nivel nacional, más del 80% del agua se usa en la agricultura. Este es el sector que tiene que generar el mayor cambio”, señala Broschek, quien advierte que el plan de Chile de convertirse en una potencia alimentaria incrementa la presión sobre el agua, recurso vital para la industria exportadora de frutas, verduras, salmones y vino. “La pregunta es cómo sostenemos ese nivel de producción si hoy vemos que está yendo en desmedro de las reservas de agua. ¿Podremos sostener ese nivel de exportación y qué impacto puede tener nuestra economía interna?”. Para estimarlo, agrega, es necesario “incorporar el agua en la ecuación”.

Y también el cambio climático, añade Álvarez. “Necesitamos formas de agricultura más sustentables, que en su planificación incorporen proyecciones climáticas, porque hay zonas que a futuro estarán en escenarios distintos, lo que requiere planear mejor el tipo de cultivo”. Algunos más “estratégicos”, por su menor consumo hídrico pueden ser olivos, manzanos, higueras y ciertas variedades de uva.

El Acta de Tarapacá propone también “instaurar una cultura hídrica que adopte innovaciones tecnológicas”. Tras vivir sus propias crisis hídricas, países como Israel, Singapur y Australia ya lo hicieron, por lo que “no es necesario inventar la rueda”, señala Ulrike Broschek. Algunos ejemplos incluyen la reutilización de aguas grises y residuales -incluso las servidas que hoy se van al mar- para riego agrícola u otros destinos, y las recargas de acuíferos aprovechando aguas lluvia que hoy se van al mar a través de colectores.

“Es fácil desconectarse y echarles la culpa a otros, a la agricultura o la sequía. Pero todo lo que hacemos deja una huella hídrica, por lo que también somos responsables de hacer nuestro aporte individual”.
Camila Álvarez
Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia

“Tenemos que sentarnos todos los usuarios y actores y planificar un futuro con un desarrollo productivo sustentable en el tiempo y lo más diverso posible”.
Ulrike Broschek
Fundación Chile

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