Tapar el Sol para bajar la temperatura de la Tierra (El Mercurio)

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La geoingeniería tiene muchos detractores, pero aún no ha sido eliminada como opción para combatir el cambio climático. Enormes quitasoles o miles de robots que reflecten los rayos del Sol son parte de las ideas para bajar la temperatura del planeta. El problema: aún se desconocen sus potenciales efectos secundarios.

Por Lorena Guzmán

El 15 de julio de 1991 cambió el paisaje de Filipinas. Una enorme y densa nube de gas y piedras comenzó a salir del volcán Pinatubo. La erupción, que lanzó 17 megatoneladas de dióxido de azufre, se convirtió en la segunda más grande del siglo XX. Pero ello no es lo único por lo que este evento se destaca en la historia. Además de las vidas humanas que cobró y las pérdidas económicas sufridas, esta erupción provocó que la temperatura del planeta bajara alrededor de 0,5 °C entre 1991 y 1993. Algo que, si se piensa en el contexto del calentamiento global, muchos quisieran reproducir: cómo crear sombra sobre la Tierra.

Solo proyectos de momento

Construir una especie de quitasol gigante que ayude a disminuir la radiación del Sol que llega a la Tierra y, por ende, bajar su temperatura es algo que suena a cuento infantil, pero en realidad es una idea que más de un científico ha barajado.

Roger Angel, astrónomo de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, propone lanzar 15 billones de pequeños robots, con la forma de delgadísimos lentes, para formar una nube de unos 100 kilómetros de ancho. Desde 1 millón 500 mil km de la Tierra -en lo que se denomina punto de Lagrange o L1- haría de quitasol. Asumiendo que ello sea plausible, aún habría que determinar cómo llevar los robots hasta ese punto y cómo manejarlos para que no choquen entre sí o se pierdan en el espacio. Esto podría ser real en 50 años más, dice su autor.

Pero no es la única idea. Una propuesta previa planteaba la posibilidad de construir un espejo de 2 mil kilómetros de ancho que por su tamaño tendría que ser instalado en la Luna o, siguiendo en el satélite natural, aprovechar el polvo lunar para generar nubes gigantes o, incluso, armar un anillo de quitasoles.

Aunque estas ideas suenen descabelladas -y que aún no exista la tecnología y el presupuesto para implementarlas-, los expertos coinciden en que en términos de ingeniería sí se podrían hacer. El pero está en sus eventuales efectos secundarios.

«Si bien se pueden construir, estamos hablando de escalas globales», dice Carlos Bonilla, académico Ingeniería UC e investigador del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (Cedeus). «Y, aun así, serían medidas puntuales, que no abarcarían a todo el planeta. Por ello tal vez habría que construir especies de domos para conservar su efecto, de otra manera sería como si se quisiera cambiar la temperatura de una comuna con la estufa de un vecino», explica.

Por ello, agrega, para atacar realmente el calentamiento global hay que hacerlo en la raíz del problema -o sea las emisiones-, en vez de ir más allá con una inversión de esta envergadura y de la que no se tiene noción de sus efectos colaterales.

Andrés Fuentes, académico del Departamento de Industrias de la Universidad Técnica Federico Santa María, concuerda. «Hay mucho que analizar. Por ejemplo, ya que la cantidad de radiación que llega a los polos no es la misma que a los trópicos, tapar todo el globo por igual podría generar consecuencias distintas en cada zona del planeta», dice. Secuelas que apenas se han comenzado a delinear.

Un estudio publicado en el Geophysical Research Letters y liderado por Dan Lunt de la Universidad de Bristol, en Reino Unido, postula justamente que sombrear el planeta por completo no tendría resultados uniformes.

El trabajo simuló el clima terrestre en tres escenarios: en el período preindustrial, uno futuro con niveles de CO2 cuatro veces mayores que el primero, y uno con un sistema de megaquitasoles y con los mismos niveles de contaminantes, pero con una radiación 4% menor.

Y lo que encontraron no fue simple. El sistema de geoingeniería provocaría que los trópicos se enfríen 1,5 °C, bajo los niveles preindustriales, mientras que en las latitudes altas se daría esa misma diferencia, pero sería positiva. Es decir, más 1,5 °C sobre el promedio de la temperatura preindustrial.

«No sabemos cómo ese cambio impactará en los distintos componentes del gran sistema que es la Tierra», advierte Nicolás Huneeus, profesor de geofísica de la U. de Chile e investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2).

Se afectaría el balance energético del planeta, especifica Carlos Bonilla. «Las plantas evolucionaron para recibir una determinada cantidad de watts al día, pero con estas medidas ello cambiaría al provocar noches más largas o el equivalente a un día nublado permanentemente», dice. Es un escenario muy distinto, y nuevo, el no tener nunca la radiación directa del Sol.

A ello se suma el hecho de que las medidas tendrían que ser constantes. Tras dos años de la erupción del Pinatubo, la temperatura volvió al nivel previo al evento. «Abrir» el quitasol por un par de años, no sirve.

Foco del problema

Si bien estas tecnologías estarían disponibles en varias décadas, seguirán siendo soluciones más bien de emergencia, dice Raimundo Bordagorry, investigador del Centro de Energía y Desarrollo Sustentable de la Universidad Diego Portales. «Además, ellas van a necesitar procedimientos y políticas adecuadas, una gobernanza de clima global», agrega. Una que hoy no existe.

Por otro lado, estas medidas pueden hacer creer que el calentamiento global no sigue avanzando y que el problema está solucionado, dice Andrés Fuentes. «En este caso el remedio puede ser más caro que la enfermedad», asegura. La solución podría ser un autoengaño.

Geoingeniería
Si bien la geoingeniería es una disciplina relativamente nueva, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas la consideró en su último informe como una alternativa a explorar. Tapar el Sol, sembrar océanos o generar nubes artificialmente son parte de las medidas que están en estudio.

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