Casi siete grados centígrados de diferencia entre barrios de Santiago de Chile según la renta (El País)

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La diferencia presupuestaria entre municipios hace que las condiciones de vida sean muy distintas. “El cambio climático es un profundo problema de desigualdad”, dice Anahí Urquiza, experta en pobreza energética.

Es plena tarde y el sol quema por avenida Nueva Costanera, en Vitacura, en el sector oriente de la ciudad. La línea de frondosos árboles amortigua un poco el peso del calor y pronto aparece la plaza Raúl Deves. Apenas a tres cuadras aparece otro pulmón verde, el parque Bicentenario, un área urbana en una superficie de 30 hectáreas, que cuenta con ruta de ejercicios para perros, sectores para deportes y picnic, senderos y espacios adaptados para niños.

Al otro lado de la ciudad, en la comuna de Lo Prado, ubicada en la periferia y a unos 17 kilómetros de Vitacura, las áreas verdes disminuyen de manera drástica. Las cuadras que separan a la avenida San Pablo con la estación de metro más cercana tienen por un lado un estadio y del otro un espacio abierto sin césped ni árboles. Funciona una cancha de fútbol casi improvisada. El sol pega en el cemento y la sensación térmica parece mayor a los 33 grados que marca el termómetro.

Santiago de Chile lleva semanas de temperaturas sobre los 30 grados. Una ola de calor récord que, según el Servicio de Cambio Climático Copernicus, lleva afectando al planeta durante ocho meses consecutivos. A eso se suman las consecuencias del fenómeno El Niño, lo que supone una extensión de las altas temperaturas hasta marzo.

El cambio climático ha hecho que tanto en el verano como en el invierno se experimenten temperaturas más extremas. En este contexto, el acceso a servicios energéticos de alta calidad para cubrir necesidades fundamentales y básicas que permiten sostener el desarrollo humano resulta fundamental. Un hogar que no tiene acceso para enfrentar estas condiciones se encuentra en situación de pobreza energética, un problema que refleja la desigualdad y que en países como Chile está muy marcado por la diferencia presupuestaria de cada municipio, que invierte según sus ingresos por cada habitante de su comuna: mientras Vitacura tiene un presupuesto municipal anual cercano a los 1.100.000 pesos (1.133 dólares) per cápita, la comuna de Lo Prado sólo tiene alrededor de 175.068 pesos (180 dólares) per cápita, según datos del Observatorio del Gasto Fiscal en Chile.

Anahí Urquiza, investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia, dice que en países como Chile la pobreza energética no parece evidente porque no se trata de tener acceso a electricidad, sino que es del tipo de problema que afecta a países de ingresos medios y que pasa más desapercibida para la opinión pública, pues son asuntos crónicos que requieren soluciones estructurales a largo plazo.

Según un estudio realizado por la Corporación Ciudades, en el que se analizaron las zonas con más altas temperaturas en los últimos 10 años en la capital chilena, las comunas del sector norponiente fueron las más perjudicadas por las temperaturas máximas diarias, registrando diferencias de hasta 6,7 grados con el sector oriente.

Urquiza pone el foco en cuál es la calidad del servicio y cómo se involucran otros niveles de afectación a la salud. “La temperatura dentro de un hogar de la periferia no tiene nada que ver con la temperatura de un hogar en los barrios altos y eso tiene implicancias en salud, principalmente entre los grupos que tienen más dificultad para regular la temperatura, que son las personas mayores y los niños. Se ha logrado estudiar, por ejemplo, que las personas mayores duermen mal”, dice Urquiza, quien también es coordinadora de la Red de Pobreza Energética.

Dos realidades opuestas

Celeste Hora está sentada en el comedor justo enfrente del único ventilador eléctrico que tiene en su casa, donde vive junto a su esposo, sus dos hijas y su nieta. Esta mañana ha aprovechado para hacer el aseo y ordenar antes que el calor le impida concentrarse en los quehaceres de su hogar. Prepara las dos habitaciones de su departamento cerrando las ventanas y poniendo cortinas oscuras porque desde las 2 pm el sol pega directo y comienza a subir la temperatura. Aunque vive hace 20 años en este edificio de la Villa Santa Anita Poniente, en la comuna Lo Prado, ha notado un cambio en las estaciones durante la última década. “Es mucha la diferencia. Antes sabíamos cuando llegaba el verano y cuando llegaba el invierno. Hoy en día nos encontramos con muchas sorpresas porque el verano llegó mucho antes”, dice Hora.

Esta dirigenta vecinal relata a América Futura cómo las altas temperaturas afectan su sueño durante la noche y la calidad de vida de toda su familia. “Es horrible. Y más cuando uno está pasando por una edad complicada, es peor”. Según el catastro que maneja Hora, en esta junta vecinal de 17 edificios al menos el 40% de los habitantes son adultos mayores.

Construidos hace 50 años, los departamentos de Villa Santa Anita Poniente tienen condiciones estructurales que no facilitan esquivar las temperaturas extremas. Celeste Hora apunta hacia la pequeña y única ventana en su salón. ”Es original del departamento. No la he podido cambiar por un tema económico. Esta ventana no deja ventilar bien porque apenas abre diez centímetros, entonces no corre bien el viento y se queda atascada. No abre más porque son antiguas, pero en algún momento se podrá cambiar”, dice. Lo mismo ocurre en el invierno, cuando el frío se cuela por falta de un buen aislamiento y por el deterioro propio que trae el paso de los años.

Aunque los vecinos y la directiva de la que forma parte se han organizado para mejorar sus condiciones y calidad de vida, Hora reconoce que las prioridades en estos momentos son otras. Hace un tiempo postularon al cambio de asbesto para mejorar los techos y así evitar las filtraciones que sufrían en invierno. Lo que sigue será cambiar las redes sanitarias que se encuentran colapsadas. Reemplazar o reforzar las ventanas tendrá que esperar. La solución por el momento ha sido utilizar calefacción eléctrica en invierno, pues si bien las que usan combustibles calientan más, Hora es asmática y por su salud no puede permitírselo.

“Solo nos queda abrigarnos con ropa”, dice. Y reconoce que los barrios que están mejor acondicionados dependen de tener una organización vecinal que busque y destine recursos a mejorar las áreas comunes y las condiciones de las viviendas.

Al otro lado de la ciudad, María Sol González ha notado un cambio desde que llegó a Santiago desde Buenos Aires, hace 10 años. Ahora siente un calor en las noches que la motivó a instalar aire acondicionado, algo muy común en su país natal pero que en Chile aún es prohibitivo por el alto costo que significa. “Ahora como que todo el mundo se lo está planteando”, dice González.

Junto a su marido y sus tres hijos pequeños viven en Vitacura, donde en 2019 compraron la vieja casa que arrendaban y la remodelaron por completo. González y su familia consideraron las nuevas condiciones climáticas a la hora de elegir materiales y diseñar su nuevo hogar. Casi todas las ventanas y ventanales son de termopanel, lo que ayuda con la regulación térmica.

Basta atravesar la puerta principal para sentir la diferencia en la temperatura. Dentro de la casa hay un microclima que permite que tanto ella como su marido puedan teletrabajar sin mayores inconvenientes. Además, cuenta con una terraza rodeada de árboles, plantas y al fondo, una piscina donde sus hijos pasan los días de verano. En viviendas anteriores, González tuvo que gastar hasta 400.000 pesos (unos 412 dólares) en cuentas de electricidad para asegurar que el frío del invierno no afectara el interior de su hogar ni la salud de su familia. “Vitacura está lleno de plazas, lleno de árboles”, añade consciente de la diferencia con otras comunas donde el tiempo extremo golpea más duro.

“El cambio climático es un profundo problema de desigualdad y finalmente es una oportunidad también para que, al enfrentarlo, se mejoren otros ámbitos de la vida”, dice la investigadora Anahí Urquiza.

En esa misma línea apunta a que la necesidad de avanzar hacia una transición energética justa debe ir de la mano de disminuir la pobreza energética y las brechas que existen entre la población, conscientes de que se debe transitar a una matriz energética cero carbono pues en contexto de cambio climático las condiciones están empeorando. “El tema es que cuando transitamos hacia allá tenemos que hacernos cargo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. O sea, no podemos transitar a una matriz energética limpia si eso significa que empeoramos las condiciones de vida de la población”.

Urquiza cree que las políticas públicas deben avanzar en subir el estándar de las viviendas de manera masiva, tal como se ha hecho en países como España, en donde mejorar el confort térmico ha significado mejorar la salud y la calidad de vida. “Tampoco se trata de llenarnos de aire acondicionado”, añade la experta. | Leer en El País.