«Plantaciones forestales e incendios» por Susana Gómez

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Respuesta de Susana Gómez, investigadora asociada de la Línea de Servicios Ecosistémicos del (CR)2, a la carta escrita por el Presidente Nacional del Colegio de Ingenieros Forestales de Chile, Roberto Cornejo, publicada en El Mostrador.

Estimado Roberto:

Me alegra enormemente que por fin el tema de los incendios forestales en Chile tenga un espacio para la discusión. Pero tenemos la obligación de hacer que esta discusión sea honesta y entregar la historia completa y de forma objetiva. Cuando en su carta usted dice que “los árboles no producen incendios: son las personas”, tiene razón. Todos sabemos que en Chile es el hombre la principal fuente de ignición (el inicio del fuego), ya sea intencionada o accidentalmente. Sin embargo, también sabemos que la capacidad que tiene un fuego de propagarse rápidamente y de convertirse en un megaincendio depende en gran medida de la calidad, cantidad y disposición del combustible en el paisaje. Es ampliamente conocido por todos los expertos en ecología e ingeniería forestal (y también por las personas que viven en comunidades rurales) que las plantaciones de Eucaliptus son uno de los sistemas más inflamables, como también lo son los bosques naturales de Eucaliptus en Australia, considerado el continente más inflamable del mundo.

En un estudio de la Dra. Sarah Wyse (Universidad de Auckland, Nueva Zelanda), publicado en 2016 en la revista International Journal of Wildland Fire, se compara la inflamabilidad (medida en campo) de 60 especies de árboles y arbustos (entre ellas muchas especies pirófitas) y el Eucaliptus encabeza la lista. El estudio al que usted hace referencia del Dr. Eduardo Peña es muy valorable, pero debe aplicarse en su debido contexto. En las mediciones de tiempos de ignición que se realizan en laboratorio se suele trabajar con material recolectado (generalmente seco) y estos resultados no se pueden extrapolar a lo que ocurre a escala de paisaje. En el paisaje, tenemos vastas extensiones, homogéneas, continuas (con escasos cortafuegos) y densas de Pinos y Eucaliptus, especies inflamables con una alta biomasa y carga de combustible que constituyen un peligroso tapiz de yesca. Los Eucaliptus vivos en el campo (no en laboratorio), liberan sus esencias volátiles inflamables y, por si fuera poco, liberan trozos de su corteza seca aumentando la carga de combustible. Las plantaciones de Pinos y Eucaliptus presentan un suelo mucho más seco en comparación al suelo del bosque nativo y esto también aumenta su inflamabilidad en el terreno. El Pino insigne (Pinus radiata), es de las especies de pino que tiene un mayor tiempo de brasa y mayor llama cuando se queman sus hojas y piñas (según estudios del Dr. Fonda, Universidad de Western Washington, EEUU). Además, al crecer, va reteniendo las ramas muertas en su base, aumentando el combustible bajo las copas con el paso del tiempo. Es cierto que no todas las especies pirófitas (que se benefician del fuego en su reproducción) son inflamables, pero la mayoría de ellas sí lo son, y es el caso de nuestras especies forestales.

Ciertamente, bajo condiciones meteorológicas extremas (calor extremo, fuertes vientosy baja humedad) el fuego es muy difícil de controlar, independientemente del tipo de vegetación que exista. Ello explica la ocurrencia de grandes incendios de bosque nativo que, por supuesto, también se quema. No obstante, con un manejo adecuado de las plantaciones forestales y un mejor ordenamiento del paisaje estos mega-incendios se podrían controlar. No se trata de estigmatizar ninguna especie de árbol ni de eliminar el sector forestal, sino de regularlo de forma responsable, tal y como hacen otros países (e.g. Estados Unidos, Sudáfrica). Para ello es necesario limitar el desarrollo de plantaciones en zonas periurbanas, así como la construcción de casas en zonas forestales y zonas de bosque natural. También, aumentar el número de cortafuegos (que son virtualmente inexistentes) y generar corredores de bosque nativo en las cuencas y bordes de camino para crear zonas de amortiguación ecológica y reducir la sequía del sustrato. Finalmente, es necesario reducir el exceso de combustible bajo las plantaciones y eliminar las especies exóticas no productivas que se asocian a ellas y que aumentan el riesgo de incendio (Teline monspesulana, Ulex europeaus y otras leguminosas de flores amarillas). Este manejo preventivo puede parecer costoso, sin embargo, los costos de los grandes incendios son mucho mayores, y la pérdida de vidas humanas tiene un valor incalculable. Desgraciadamente, en esta temporada los incendios ya dejan 10 víctimas fatales. Por otro lado, estas medidas deben ir acompañadas de un cambio radical en las políticas públicas que hasta ahora han incentivado y bonificado la expansión incontrolada de las plantaciones de especies exóticas. El paisaje cultural y ambiental de las regiones del centro-sur de Chile es un escenario óptimo para una amplia gama de usos del suelo que proveen diferentes bienes y servicios ecosistémicos (e.g. plantaciones, bosque nativo, viñedos, huertas, ganadería, turismo y otros múltiples emprendimientos). Existe una necesidad imperiosa de restaurar el paisaje forestal, de tal manera de generar mosaicos que presenten una proporción adecuada de cada uso del suelo a fin de diversificar nuestra economía y hacernos más resilientes frente al cambio climático.

En el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) estamos comprometidos con los desafíos que nos impone este cambio. Nuestras investigaciones ayudarán a generar paisajes ecológicamente sustentables, que nos proporcionen recursos pero que también nos protejan de los incendios, de la sequía y las inundaciones.

Por otro lado, evitando los incendios también se reducen las emisiones de CO2 a la atmósfera y se protege el suelo de la erosión. Esto es muy importante, dado que tras los incendios llegan las lluvias que arrastran los nutrientes y sedimentos hacia los ríos, lagunas y lagos.

Susana Gómez-González
Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), Chile
Universidad de Cádiz, España