Hay un nuevo escenario mundial en temas climatológicos, en que el miedo se hace presente y genera una visión negativa del futuro, y en algunos casos, haciendo entrar en negación a las personas.
Lluvias intensas, olas de frío polar, calor sobre 34°C, inundaciones, salidas de ríos, aluviones, incendios forestales y aluviones; todos estos fenómenos climáticos podrían ser parte de una película apocalíptica, pero los hemos vivido en los últimos tres años en la Región de O’Higgins, producto del cambio climático. Ese temor ante los efectos que tendrá estos cambios radicales en las condiciones climáticas, están generando una ansiedad ambiental.
Esta sería un miedo crónico ante la crisis ambiental y sus consecuencias, y que tiene mucho que ver con la exposición mediática de observar el impacto del cambio climático en distintos aspectos de nuestras vidas.
¿Qué es la ansiedad ambiental?
“Se entiende como un estado de activación o alerta que subjetivamente se experimenta como negativo. Es similar al miedo, pero deriva de creencias relacionadas a la crisis climática o a catástrofes ambientales. En algunas personas, dicho estado puede llevar a problemas psicológicos y/o trastornos clínicos. Sin embargo, la literatura científica relevante y las instituciones formales asociadas a la a la praxis clínica de la profesión, no la han clasificado –aún- como una condición clínica propiamente tal. No obstante esto, la ansiedad climática reiteradamente ha sido asociada a condiciones como la ansiedad generalizada y malestar”, explica el académico del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de O’Higgins (UOH), Gonzalo Palomo.
Como explica el investigador UOH, si bien el estudio de la ansiedad climática ha sido relativamente incipiente en Latinoamérica, en Chile existen algunos trabajos que ya han avanzado sobre este tema. “Con parte del equipo de Gobernanza e Interfaz Ciencia-Política del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, donde colaboro, medimos hace algunos meses la ansiedad climática que reportan investigadores e investigadoras que trabajan en temas asociados a cambio climático en Chile. Esto llevó a un manuscrito que está actualmente en revisión en una revista indexada internacional”, añade el investigador
Chile y eventos climáticos extremos
Una sociedad como la chilena, acostumbrada a las situaciones climáticas adversas, como lluvias, sequía, remociones en masa, además de sismos, actividad volcánica, tsunamis e incendios forestales de magnitud (debido a la sequía), entre otras amenazas, podría estar en riesgo de experimentar mayores niveles ansiedad ambiental.
“Hay literatura que apunta a que factores contextuales –tales como condiciones climáticas adversas- pueden eventualmente gatillar ansiedad climática. Ahora, creo que lo más relevante son las consecuencias de la misma. Por cierto, que las consecuencias psicológicas clínicas son importantes y no deberían obviarse, pero además creo que es importante destacar los efectos comportamentales de este tipo de ansiedad, en particular en lo que respecta a comportamiento ambiental”, explica el Doctor en Psicología Social Evolucionista.
Agrega que un poco de ansiedad es positivo, ya que activa y lleva a la acción. “Sin embargo, mucha ansiedad o ansiedad relativamente constante puede llevar al efecto contrario y paralizar a las personas que la experimenten. Es decir, ‘no puedo hacer nada, ¿qué sentido tiene hacer algo?’. Y en ese sentido, la ansiedad climática podría llevar a una menor acción climática”.
¿Cómo manejar un fenómeno que se ve nutrido por constantes catástrofes y mucha publicidad?
Gonzalo Palomo señala que las narrativas y el cómo se frasean los problemas ambientales es fundamental. “El catastrofismo climático y narrativas asociadas a la imposibilidad de revertir las tendencias, probablemente llevarán a mayor ansiedad y menor acción”.
“No se trata de disminuir la importancia de la crisis, ni de negacionismo, sino que se trata de plantear el problema climático junto con estrategias accionables a nivel individual y social. Así, en principio, uno puede alertar sobre el problema y al mismo tiempo dar algunas luces sobre cómo abordarlo, reduciendo –de esta forma- la incertidumbre y la sensación de indefensión”, finaliza el académico. | Leer en El Tipógrafo.