Expertos en clima y riesgo de desastres llaman a gestionar los territorios imaginando «peores escenarios» (El Ciudadano)

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Especialistas de la U. de Chile recordaron que los fenómenos climáticos serán cada vez más extremos debido al calentamiento global y que, por lo tanto, no basta con pensar, diseñar y prever en función de eventos históricos.

Justo en el inicio del invierno de 2023, Chile se enfrentó a un sistema frontal que dejó, en algunas zonas del país, hasta 600 milímetros de agua caída, además de el desborde de ríos, el colapso de zonas agrícolas e inundaciones que dejaron a miles de personas damnificadas.

Sobre este evento, el académico del Departamento de Geofísica de la U. de Chile e investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, Roberto Rondanelli, advirtió que, en un año con el fenómeno de El Niño ya declarado, los sistemas frontales «son más intensos y duran más y, en particular, los ríos atmosféricos también son de mayor duración y de mayor intensidad».

¿Se puede prever la magnitud de un sistema frontal como el que acaba de ocurrir?

Al respecto, el experto en ciencia del clima destaca que a diferencia de lo que pasa en sismología, en que se sabe que va a ocurrir un terremoto, pero no se sabe cuándo ni tampoco la magnitud, en este caso, las herramientas científicas de pronóstico del tiempo han mejorado mucho y se puede conocer con varios días de antelación la temperatura e incluso la magnitud de la precipitación.

En relación a las consecuencias de este evento climático, el profesor Rondanelli sostiene que «la prevención de las catástrofes requiere de la imaginación de los escenarios, escenarios que son posibles dentro de lo que uno cree que puede ocurrir en el próximo tiempo y, a partir de esos escenarios, diseñar nuevas maneras de enfrentar posibles fenómenos que no hemos visto ni con la magnitud ni con la escala de lo que conocemos».

«Es decir, no basta con diseñar, por ejemplo, las obras de ingeniería haciendo uso de la historia, porque el futuro nos va a probar que, en realidad, hay fenómenos cuya magnitud y frecuencia van a aumentar fuera de lo que nosotros conocemos históricamente», planteó el investigador.

En esta línea, la académica de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) e integrante del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres, Citrid, de la misma U. de Chile, Natalia Silva, señala que «lo que efectivamente tenemos que trabajar es seguir avanzando en estrategias mancomunadas para reducir el riesgo de desastres. Riesgo siempre vamos a tener, por nuestro territorio, nuestras condiciones climáticas, nuestras condiciones geofísicas. Tenemos una gran diversidad de amenazas, por lo tanto, es difícil que podamos no tener riesgo».

«Entonces, evitar catástrofes de alguna manera es difícil, pero sí efectivamente podemos evitar que un riesgo se transforme en un desastre o en una catástrofe, y eso tiene que ver con tratar de reducir los daños y las pérdidas producto de estos eventos», enfatizó la docente.

«Para avanzar en la reducción de riesgo de desastres y en la gestión de riesgo de desastres no es suficiente solamente planificar. La idea es poder avanzar en una planificación del territorio que considere riesgo y, por supuesto, también aunar con instrumentos de inversión y de planificación territorial», agregó.

Asimismo, apunta como necesario el mejorar los sistemas de alerta temprana, los cuales ojalá puedan ser más locales: Permitir autonomía, con capacitación y formación de por medio, en los sistemas locales, no solo que sean centralizados los sistemas de alerta temprana y de evacuación.

¿Faltó preparación o faltó educación?

Sobre lo ocurrido con el último sistema frontal, Pablo Sarricolea, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 de la U. de Chile y también académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, reconoce que es un evento que no es tan frecuente en la cordillera.

«En los valles llovió más o menos normal, pero en cordillera llovió mucho producto de este río atmosférico, entonces no estábamos preparados lo suficiente para un evento de esta escala. Nos faltó preparación sobre todo en limpieza de ríos, quebradas, en preparar también a la población», indica.

En ese sentido, subrayó que es necesario educar a la población en practicar el autocuidado.

«O sea, si no están anunciando unas lluvias importantes, hay que limpiar las canaletas de las viviendas, un poco de protección del área más cercana a la vivienda. Hay que estar preparados, dejar ciertas actividades al exterior un poco más restringidas», recalcó.

Finalmente, la académica del Departamento de Geografía de la FAU y especialista en gestión de riesgos de desastres, María Victoria Soto, añade que, además, la megasequía llevó a que se creyera que muchos ríos en la zona centro y sur «no se llenaban».

«Esto es absolutamente falso, porque con El Niño de los años 82, 83, 87 y 97, los respectivos lechos fluviales fueron activados en todo su cauce, generando erosión lateral y retroceso de las terrazas y perdida del recurso suelo, como también inundaciones por desbordes», explica.

Dicho lo anterior, la docente apunta que la debilidad en término de la gobernanza de los territorios, las cuencas y de los lechos de los ríos, donde se permitió el uso de territorios para asentamientos formales e informales, sin duda que fue un enorme agente de desastre que trasciende a lo que son los fenómenos naturales.

«Como ciudadanos ya aprendimos a vivir en un país sísmico, debemos aprender también reconocer el territorio y aprender que vivimos en un país de montaña, de cuencas y valles que tributan al Ocáano Pacífico», afirmó la profesora Soto.

«Segundo, los ríos, canales, quebradas, tienen que ser mantenidas, tienen que ser delimitadas, tienen que ser cuidadas en términos que no se pueden convertir, primero que todo, en áreas de uso para la residencia. Luego, no se pueden convertir en áreas de microbasurales. Y tercero, no se pueden rellenar para hacer construcciones o lo que sea, pues, cuando venga una crecida, el río, la quebrada, el estero, el curso de agua que sea, va a retomar el cauce natural que se formó hace miles y millones de años y va a arrastrar todo lo que ahí tenemos», concluyó la especialista. | Leer en El Ciudadano.