Incremento en la frecuencia de las sequías relámpago preocupa a los expertos (El Mercurio)

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Este fenómeno puede desarrollarse en plazos que van desde un par de meses hasta días y, por esta razón, pueden causar extenso daño a los ecosistemas e impactar en las actividades productivas y en la demanda energética.

Lo que en junio de este año parecía ser una temporada más seca de lo normal en Estados Unidos terminó convirtiéndose en una sequía relámpago que se extendió hasta octubre y que pasó de cubrir el 12% del país a afectar a más del 50% del territorio. De acuerdo con el Earth Observatory de la NASA, el evento impactó al 78% de la población, el nivel más alto en los últimos 25 años.

Esta situación no es aislada. En 2023, la investigadora Emily Black, de la Universidad de Reading en Reino Unido, publicó un estudio en el que proyecta que la frecuencia de las sequías relámpago se duplicará durante el siglo XXI y que «se desarrollarán puntos críticos en las regiones templadas de Europa y en las regiones húmedas de América del Sur, Europa y el sur de África». Otros estudios también registran mayor periodicidad de estos eventos en todo el continente asiático.

Impacto ecosistémico

Las sequías relámpago (o flash droughts) se desarrollan rápidamente, en días o semanas, a diferencia de las tradicionales que avanzan lentamente. «Estas sequías se caracterizan por tres aspectos principales: su inicio rápido, la pérdida significativa de humedad y su impacto en los ecosistemas y las actividades humanas. Es por eso que tienen graves consecuencias en la agricultura y los recursos hídricos», explica Mauricio Zambrano, académico de la U. de La Frontera e investigador del Centro para el Clima y la Resiliencia (CR2).

José Miguel Cardemil, director del Magíster de Ingeniería de la Energía UC, señala que «estos eventos pueden afectar la generación eléctrica debido a la menor disponibilidad de agua en los embalses y, en paralelo, impactan de forma importante en el aumento de la demanda energética»: desde los dispositivos de riego agrícola, que trabajan más para mantener los cultivos, hasta un mayor consumo humano para climatización son solo algunos ejemplos entre muchas otras aplicaciones intensivas en requerimientos energéticos.

Ahora bien, aunque la oferta de energía en Chile pueda no verse afectada por las sequías relámpago, debido a que contamos con una matriz más diversificada en cuanto a las fuentes, no se debe minimizar el impacto de estos fenómenos, advierte Cardemil.

Falta de monitoreo

«La naturaleza repentina de las sequías relámpago es particularmente dura para los agricultores, ya que deja poco tiempo para adaptarse, lo que provoca pérdidas de cosechas y financieras. También aumentan los riesgos de incendios forestales, dañan los ecosistemas, amenazan a las comunidades y empeoran la calidad del aire», indica Mauricio Zambrano. Y aunque predecir estos eventos es un desafío, el académico de la UFRO explica que a nivel mundial los modelos de pronóstico en tiempo real y sistemas de alerta temprana están ayudando a identificar áreas en riesgo, dando a los agricultores y comunidades tiempo para prepararse para una posible escasez de agua.

Para nuestro país, el aspecto más riesgoso de las sequías relámpago es aquel que no podemos ver. Zambrano indica que, aunque la comunidad científica internacional cuenta con índices estandarizados para medir déficit repentino de agua, en Chile no se hace monitoreo de este tipo de sequías y, por ende, no se dispone de datos para saber si han aumentado en intensidad o frecuencia. | Leer en El Mercurio.