La sequía que no da tregua a la zona centro de Chile (Ladera Sur)

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Con el fin del fenómeno de la Niña el pasado mes de mayo, aumentaron las probabilidades de un invierno lluvioso, y con ello, la esperanza de superar la megasequía que ha azotado a la zona centro del país durante los últimos 12 años. Sin embargo, una vez finalizado el otoño meteorológico, las predicciones parecen indicar un panorama completamente distinto. A la fecha, la región Metropolitana se mantiene con un déficit de precipitaciones por sobre el 60%, mientras que prácticamente en todo Chile, se registraron menos precipitaciones de lo normal, con una cifra que fluctúa entre el 40 y el 70%.

Por Tamara Núñez

Hoy, la zona central del país vive una de las sequías más extensas desde que hay registros, siendo la más prolongada y cálida desde 1900. El otoño recién pasado, definido como el trimestre marzo, abril y mayo, estuvo marcado por déficit de precipitaciones y temperaturas más cálidas de lo normal. Así lo muestra un análisis realizado por la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), que señala que entre las regiones de Coquimbo y O’Higgins se registró un déficit hídrico entre un 70 y un 100%, mientras que las temperaturas superaron los 4ºC por encima del promedio climatológico.

Boletín S2S – Pronóstico Subestacional y Estacional © Dirección Meteorológica de Chile
Boletín S2S – Pronóstico Subestacional y Estacional © Dirección Meteorológica de Chile

En la actualidad nos encontramos en un periodo de neutralidad tras la finalización del evento La Niña, lo que debería significar un alza en las precipitaciones. Sin embargo, el otoño meteorológico recién pasado demostró no ser así. Los pronósticos, realizados por la Dirección Meteorológica de Chile, indican que la sequía no dará tregua a zona centro del país, y se proyecta que durante lo que queda del año se presente una condición bajo lo normal de precipitaciones. Así lo señala Pablo Osses, geógrafo y académico del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica: “el pronóstico de lluvias para el resto del año es variable a lo largo del país, pero en la zona central, al menos, todo indica que va a estar bajo el normal, y en el mejor de los escenarios, normal”.

Sin duda cada año que pasa las probabilidades de tener un año con precipitaciones cercanas a los valores normales disminuyen gracias al impacto del cambio climático. No obstante, la sequía que nos aqueja en la actualidad podría ser similar a las condiciones climáticas más cálidas y secas pronosticadas para un futuro, donde podrían desencadenarse estos fenómenos con mayor frecuencia y severidad. Así indica Ariel Muñoz, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y académico del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, quien asegura que “creemos que es una condición a la que debemos adaptarnos ahora, y no podríamos estar esperando siempre que esto cambie porque en realidad en el futuro va a ser muy parecido.”

Crisis hídrica ©Greenpeace
Crisis hídrica ©Greenpeace

 

Pérdida de vigor del bosque esclerófilo

Los efectos más comunes de la sequía incluyen menor producción agrícola y ganadera, falta de agua para las comunidades rurales o urbanas, conflictos sociales, daños en los ecosistemas; y en condiciones extremas, malnutrición, deshidratación y aridez. Sin embargo, uno de los efectos más notorios que ha dejado esta megasequía para los científicos, es la pérdida de vigor de los bosques mediterráneos de la zona centro del país.

El bosque esclerófilo, conocido como bosque siempre verde debido a su follaje perenne, capaz de soportar periodos secos de forma prolongada, es uno de los más afectados producto de la mega sequía. “A pesar que los árboles tengan capacidad de almacenar reservas, cuando son demasiados años consecutivos de bajas precipitaciones y por ende, también, de recursos disponibles para el crecimiento, se genera una merma o un agotamiento que finalmente se expresa en reducción o en pérdidas de biomasa, que a su vez tienen efectos sobre los servicios ecosistémicos que los bosques generan”, indica Ariel Muñoz.

Pérdida de verdor en peumo Valparaíso ©Javiera Díaz
Pérdida de verdor en peumo Valparaíso ©Javiera Díaz

La zona central de Chile ha sido reconocida mundialmente por formar parte de uno de los 34 hotspot o “punto caliente” de biodiversidad, destacando por su vulnerabilidad y por su alta presencia de especies de flora y fauna endémica, es decir, que solo vive en nuestro país. Los servicios ecosistémicos, o aquellos beneficios que este ecosistema aporta a la sociedad, van desde el abastecimiento de agua y regulación de los flujos hídricos, lo cual evita crecidas cuando llueve en invierno y mantiene un flujo en verano; la captura de dióxido de carbono en el suelo; la reducción del riesgo de desplazamiento de tierras y control de la erosión; la estabilización de las condiciones climáticas locales; mantención de la biodiversidad; entre muchos otros.

“Sabemos que tenemos menos agua y tenemos también menos vigor de la vegetación, y eso a su vez genera, por ejemplo, menos polen y néctar para producir miel. Entonces esto es una cadena de impacto. Definitivamente esto ha dejado más evidente que nunca que la manera como se ha distribuido el agua vulnera los derechos incluso de los propios usuarios que tienen el derecho de agua. No pueden ni siquiera utilizarlo porque no hay agua. Entonces, podría decirse que es un escenario que se vislumbra muy catastrófico, pero no muy lejano de lo que van a ser las condiciones de la disponibilidad de agua en el futuro”, señala Muñoz.

Bosque esclerófilo Cajón del Maipo ©Felipe Labra
Bosque esclerófilo Cajón del Maipo ©Felipe Labra

Es importante considerar que la pérdida de biomasa es una grave amenaza para los bosques de la zona mediterránea de Chile, de los cuales puede estimarse que queda menos de un 10-15% del área que abarcaba originalmente hacia el año 1550. Por lo tanto, se trata de ecosistemas clasificados entre los más amenazados del mundo y con el impacto de la megasequía, podría acelerar su deterioro, reducción su superficie, y posible desaparición de determinadas áreas.

La sequía y el derretimiento de los glaciares

Otro de los ecosistemas más afectados por este fenómeno son los glaciares. Chile es un país  reconocido por sus impactantes témpanos y se calcula que alberga casi el 80% de estos en Sudamérica. Siendo las reservas de agua dulce más importantes del mundo, los glaciares se encuentran en un enorme peligro debido a su derretimiento prematuro, acelerado por el cambio climático. Si a esto le sumamos la megasequía que golpea a la zona centro del país, los glaciares se encuentran en una situación crítica sin precedentes.

Chile cuenta con 80% de la superficie glaciar de Sudamérica. ©Cristóbal Correa
Chile cuenta con 80% de la superficie glaciar de Sudamérica. ©Cristóbal Correa

Sebastián Crespo, investigador Centro de Ciencia del Clima y Resiliencia (CR)2 y académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), quien además ha sido asesor científico en la elaboración de la Ley de Protección de Glaciares, destaca: “la megasequía es un proceso que ha impactado seriamente a los glaciares de los Andes centrales de Chile y Argentina. La disminución de las precipitaciones nivales han generado no sólo una disminución del componente básico de alimentación de los glaciares (la nieve), sino que además han generado que, al ser de menor grosor la capa de nieve invernal depositada sobre los glaciares, ésta desaparece antes en la estación de derretimiento y genera que el hielo quede expuesto a la radiación solar antes en el verano.”

Cabe destacar que los glaciares, además de ser reservas de agua dulce, colaboran con importantes beneficios y servicios ecosistémicos, como son la mantención de humedales altoandinos, la recarga de acuíferos, la regulación de caudales en épocas de sequía. Los glaciares forman parte central del ciclo hidrológico de los ríos de Chile, siendo su rol aún más importante en tiempos de sequía debido a su aporte a los caudales.

“Debido a que el hielo refleja la mitad de los rayos del astro que la nieve, los glaciares absorben mayor energía y se derriten más, entregando más agua. Esto en parte ha sido un proceso que ha demostrado el valor crucial de los glaciares por su aporte a los caudales en esta sequía sin precedentes en el último milenio, contribuyendo entre un 50 y 90% al caudal de los ríos que drenan a este territorio, y que suministra agua a más de 12 millones de personas”, indica Crespo.

Hielo ©Denise Lira Ratinoff
Hielo ©Denise Lira Ratinoff

Combatir la sequía a través de soluciones basadas en la naturaleza

En un contexto en el que la crisis climática se intensifica y las condiciones climáticas cambian rápidamente, surge el concepto de las soluciones basadas en la naturaleza. Esto se refiere a un conjunto de acciones y políticas que aprovechan las mismas capacidades de la naturaleza para responder a nuestros desafíos sociales más urgentes, como la actual amenaza de la disponibilidad del agua, el cambio climático o el creciente riesgo de desastres naturales.

Las soluciones basadas en la naturaleza, abarcan una amplia gama de enfoques y parten de la noción de que cuando los ecosistemas son saludables y están bien administrados, brindan beneficios y servicios esenciales a las personas. Algunas de estas son, por ejemplo, los sistemas de drenaje sostenible, donde se busca por un lado, recargar los acuíferos, pero también redistribuir el agua en el subsuelo. Disminuyendo de esa manera las corrientes y mejorando la infiltración.

Sequía (referencial) ©Peter H | Pixabay
Sequía (referencial) ©Peter H | Pixabay

Una de las características más importantes de este tipo de políticas, es que pueden implementarse en conjunto con otras acciones de infraestructura tradicional, así lo destaca Ariel Muñoz: “Es una característica de las soluciones basadas en la naturaleza que pueden implementarse en conjunto con otras acciones de infraestructura más tradicional, como la infraestructura gris, y otras acciones para contener riesgos climáticos futuros, como estanques, represas y formas de almacenar el agua.”

La solución basada en la naturaleza más común tiene que ver con la reforestación del bosque nativo. Las especies nativas están adaptadas al zona geográfica a la que pertenecen, por ende, proporcionan una gran cantidad de beneficios ecosistémicos como favorecer la infiltración de agua; mejorar la estructura de los suelos al aumentar la materia orgánica; disminuir la erosión; ayudar a regular el clima; entre otros. Es por ello que reforestar es la primera opción al momento de restaurar los ecosistemas nativos.

Jornada de reforestación – Guardianes del Maipo, Somos Cuenca ©Bestias del Sur Salvaje
Jornada de reforestación – Guardianes del Maipo, Somos Cuenca ©Bestias del Sur Salvaje

Así mismo, otros ejemplos son los distintos tipos de infraestructura creada para aumentar la infiltración de agua en el suelo, como son las infraestructuras ancestrales y la infraestructura verde. “La idea es devolverle al suelo la capacidad de infiltrar el agua-lluvia y devolverle esa capacidad de absorber como una esponja.  Con estas técnicas, se pretende atrasar lo más posible el paso del agua para que sea captada por el suelo. De esta forma se recargan los acuíferos y napas subterráneas, los cuales son muy necesarios en momentos de sequía”, señala Ulrike Broschek, subgerenta de sustentabilidad de la Fundación Chile.

Estos enfoques pueden generar múltiples beneficios para la población y la biodiversidad, y al mismo tiempo, representan una medida confiable para fortalecer la resiliencia frente al cambio climático, además de afrontar problemas como las inundaciones y deslaves a través de la conservación y restauración ecológica de cuencas hidrográficas.

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