Según datos procesados por la plataforma “Chile en 30 años”, iniciativa de Unholster en alianza con La Tercera, las comunas con crisis hídrica han aumentado drásticamente en los últimos 10 años, datos que coinciden con las áreas afectadas por incendios forestales.
Por: Cristina Pérez.
En junio de 2002, la Región Metropolitana registró el periodo más lluvioso de los últimos 76 años, con 365 mm de agua caída en solo 48 horas. Sin embargo, y pese a este registro, la cantidad de lluvia en Chile ha disminuido notoriamente desde 1980.
De acuerdo al climatólogo de la U. de Santiago y líder del grupo científico Antarctica.cl, Raúl Cordero, si en 1980 se registraron 787 mm de precipitaciones promedio en el año en la zona central, en 1982 esto cayó a 963. En 1997 se registraron 872 mm y ya para 2008 fueron apenas 585 mm. Durante los últimos tres años (2020, 2021 y 2022) la situación empeoró aún más: el promedio no ha superado los 390 mm.
Esta drástica caída ha generado una notoria escasez hídrica. Entre 2008 y 2013 se registraron en promedio 8 comunas con decreto de escasez. Entre 2014 y 2018, en cambio, el promedio aumentó a 55, según datos de Unholster, empresa de software y análisis de datos, que en conjunto con La Tercera desarrolló el proyecto “Chile en 30 Años: desde el regreso a la democracia al estallido en datos”, que busca exponer estadísticas para generar un relato basado en datos del país de las últimas tres décadas.
Los decretos de escasez hídrica se dictan para proveer herramientas a usuarios del agua y a la población en general para reducir al mínimo los daños derivados de la sequía. Da atribuciones a la Dirección General de Aguas, para establecer criterios y delimitaciones para las autorizaciones de extracción de aguas. Según la DGA, actualmente 107 comunas (30,9%) del país se encuentran bajo decreto de escasez hídrica.
Uno de los efectos de los decretos es la facultad de la DGA (artículos 314 y 315 del Código de Aguas) para autorizar las extracciones de aguas superficiales o subterráneas en aquellos casos en que no se puedan ejercer los derechos de aprovechamiento de aguas, y sin la limitación del caudal ecológico establecido en el artículo 129 bis 1 del mismo Código.
“Es increíble cómo se produce un quiebre en 2014 en la cantidad de comunas que enfrentan dicha situación. En 2021 son más de 90 comunas las que han enfrentaron problema de escasez hídrica”, dice Cristóbal Huneeus, economista y director de Data Science de Unholster.
Según la página web del DGA, la solución de largo plazo incluye una mayor eficiencia en el uso del agua y la acumulación del recurso a través de la construcción de embalses, recarga de acuíferos, etc. Estas acciones deberían promoverse antes que la utilización de decretos de escasez hídrica, los cuales tienden a desincentivar las inversiones necesarias para la adaptación al cambio climático.
Agrega que los Decretos de Escasez Hídrica no son la solución, sino que son parte del problema. Si los usuarios saben que en caso de una “extraordinaria” o “severa” sequía, la DGA los va a autorizar a extraer agua de un pozo, aunque no cuenten con un derecho de aprovechamiento, no tendrán los incentivos para ahorrar y acumular agua para futuros períodos de escasez, aseguran en su página web.
Rocío Urrutia Jalabert, académica de la U. de Aysén e investigadora adjunta del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia, CR(2), asegura que este problema solo se irá acrecentando con el tiempo, porque “las condiciones están siendo cada vez más secas y calurosas especialmente en el centro-sur de Chile”.
“Obviamente una mayor cantidad de lluvia podría ayudar a aliviar la escasez hídrica existente en ciertos lugares”, agrega, aunque las proyecciones climáticas no van en esa dirección en gran parte de Chile. Además, el aumento de la población y del consumo asociado, no contribuyen a que la demanda de agua disminuya.
Todo este escenario tiene un impacto en el aumento de la demanda de agua para diversas actividades, ya sean productivas o no. La agricultura por ejemplo, es el principal consumidor de agua en el país y como la población humana ha ido en aumento exponencialmente en los últimos años, la demanda por el agua es cada vez mayor.
Desde 2010, el país ha experimentado ininterrumpidamente déficits de lluvia de entre 25% y 45%, a lo cual se le ha llamado la megasequía. Un 25% del déficit de precipitaciones observado durante esta megasequía se debe “al factor antrópico (producido por el humano), el resto es variabilidad natural del sistema”, explica Urrutia.
Para este 2023 -que estará marcado por El Niño-, se espera que las precipitaciones no sean tan bajas, como las registradas en últimos tres años marcados por La Niña. Si es que El Niño termina de concretarse, quizás las precipitaciones se acerquen este año a valores más típicos. Sin embargo, “hay que tener presente que se trataría de un alivio temporal asociado a este fenómeno. Para Chile central, el cambio climático significa precipitaciones cada vez más bajas”, advierte Cordero.
Durante 2015, por ejemplo, se registró un Niño de gran intensidad, pero las precipitaciones en el centro de Chile fueron igualmente deficitarias, añade.
Incendios forestales
Todo este escenario de escasez hídrica y alza de temperaturas ha generado otro problema: un alza de incendios forestales. Los megaincendios de 2017 y 2023 en la zona centro-sur grafican la recurrencia de un fenómeno global, ya sea por su ocurrencia intencional o por efecto del cambio climático.
En enero de 2017 se produjo el peor incendio forestal en el país, cuando en la Región del Maule el fuego arrasó con la localidad de Santa Olga. En febrero de 2023 se produjeron nuevos incendios que afectaron a Ñuble, Biobío y La Araucanía, dejando 24 fallecidos y más 62 mil hectáreas arrasadas. El fuego consumió parte de la localidad de Santa Juana.
“Hay datos desde 1976, y en promedio alrededor de 100 mil hectáreas son afectadas. La cantidad de incendios está aumentando lentamente, pero la cantidad de hectáreas quemadas se ha mantenido estable. La excepción fue la temporada 2016-2017, cuando el terreno afectado superó las 500 mil hectáreas”, dice Huneeus.
Según datos de Unholster, entre 1990 y 2022 el promedio de incendios forestales ha sido de 6.093 por año. El año con mayor número de eventos fue en el período 2019-2020, con 8.127 episodios.
Asimismo, cuatro regiones concentran el 72% de las hectáreas dañadas entre 1990 y 2022. En orden de importancia: Biobío (23,2%), Maule (19,2%), La Araucanía (16,3%) y O’Higgins (13,4%). En la temporada 2021-2022 hubo una peculiaridad: en La Araucanía hubo más de 72 mil hectáreas afectadas por incendios, lo que situó a esa región como el origen del 58% del daño nacional en ese período.
¿Puede tener relación los incendios con la escasez hídrica? En general en el centro-sur del país existe una relación entre condiciones más secas durante la primavera y verano y la mayor ocurrencia de incendios, además de una mayor área quemada.
Las temperaturas más altas durante primavera-verano también se relacionan con una mayor área quemada, por lo que “uno podría esperar que con el cambio climático exista un aumento en la ocurrencia y área afectada por incendios. Todo esto se da porque el combustible está más seco y existe una mayor probabilidad de iniciarse un incendio y expandirse el fuego”, dice Urrutia.
Sin embargo, advierte que en Chile el 99% de los incendios son causados por los humanos, “por lo que el comportamiento de la población cobra mucha relevancia, ya sea que estos sean accidentales o intencionales”.
Por ello sostiene que el Estado debe tomar un rol preponderante educando y protegiendo especialmente a las personas y a los ecosistemas en problemas de conservación.
Huneeus coincide y dice que “los incendios forestales han aumentado en los últimos años y es un tema por el cual también se debe generar mayor conciencia en la ciudadanía ya que es un tema que afecta a muchas familias cada año”. | Leer en La Tercera.