«El Chile que ambicionamos» por Maisa Rojas

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    Columna de opinión de Maisa Rojas, directora del  Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y académica del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile. Publicada en Revista Capital.

    A 20 años de la COP25, hoy se cierra la última bomba de bencina en Santiago. Con esto termina la era de los combustibles fósiles en la Región Metropolitana. Después de décadas de existencia, la última estación de expendio de gasolina de Santiago se ha reconvertido en una estación de carga para vehículos eléctricos particulares, los que poco a poco han ido apareciendo en el paisaje urbano de la capital y de muchas otras ciudades de nuestro país.

    Junto con la gradual desaparición de vehículos a combustión interna, ha habido una drástica mejora de la calidad del aire en la capital, a tal punto que la última vez que se declaró preemergencia ambiental fue durante el invierno del año 2033. Esta realidad tuvo su apogeo a finales de los años 80 y principio de los 90 del siglo pasado, cuando se doblaban y hasta triplicaban los niveles de material particulado que se alcanzaron en el año 2020. Es más, en aquella época, específicamente en 1996, la Región Metropolitana fue declarada como zona saturada por ozono, material particulado respirable, partículas en suspensión y monóxido de carbono, y zona latente por dióxido de nitrógeno.

    En retrospectiva, el compromiso adquirido por Chile el año 2019, cuando fue país anfitrión de la Conferencia de las Partes 25 (COP 25), en relación a la carbono neutralidad, y todas las medidas que siguieron a ese compromiso para alcanzar la meta, han transformado al gran Santiago en la ciudad que conocemos hoy, con un aire más limpio y una mejor calidad de vida para todos sus habitantes. Avanzar hacia la carbono neutralidad no sólo ha impactado en la calidad de vida de la población en Santiago. También ha contribuido en la disminución en la contaminación provocada por la quema de leña en la zona sur y sur austral del país gracias a los avances en sistemas más eficientes de calefacción y construcción.

    En todo este proceso, el avance de las energías renovables no convencionales jugó un papel relevante al aumentar su porcentaje de participación en la matriz energética nacional, permitiendo una disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

    Sin embargo, a pesar que tanto Chile como el mundo han reducido drásticamente las emisiones de estos gases y de esa manera transitan de manera decidida hacia la carbono neutralidad, el planeta ha visto en los últimos años un nuevo aumento de las temperaturas globales, y lo que a comienzos de siglo se denominó la megasequía, actualmente es la situación normal en Santiago y la zona centro del país desde hace ya más de una década, lo que ha afectado la agricultura nacional, especialmente los cultivos de trigo y maíz. Aun con esto, el Acuerdo de París y la Ley Marco de Cambio Climático sin duda sentaron las bases para que Chile sea carbono neutral y si bien hay procesos que continúan su camino en el sistema climático, lograr una mayor ambición y resiliencia representada en los acuerdos nacionales e internacionales nos ha regalado más tiempo en la Tierra.

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