La también académica de la Universidad de Chile plantea que hay cierta pérdida de ímpetu en la lucha contra este fenómeno global, aunque valora que en Chile se avance, sobre todo, en energías limpias.
Laura Gallardo, académica del departamento de Geofísica de la Universidad de Chile e investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), cumple este mes un año como vicepresidenta del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, su sigla en inglés), se trata de la primera representante del país en el directorio de este organismo de las Naciones Unidas, encargado de entregar evidencia científica sobre esta crisis planetaria, para promover una respuesta lo más oportuna posible entre los tomadores de decisiones.
Junto a sus colegas del IPCC, científicos de las más diversas partes del mundo, hoy por hoy Gallardo trabaja en el nuevo enfoque en ciudades con el que pretenden hacer frente al calentamiento global, considerando -según explica- que los centros urbanos son responsables de buena parte de la huella de carbono.
Desde el trabajo científico del Panel, y su diálogo con gobiernos, municipalidades y
corporaciones, Gallardo ha sido testigo de cómo en el mundo actual el avance hacia las metas climáticas ha perdido el ímpetu que sí se tuvo en un pasado reciente, con el Acuerdo de París.
A su juicio, el escepticismo de los populismos -de todo color político- explica esta pérdida de momentum, algo que no ha tenido eco en Chile. De acuerdo a Gallardo, nuestro país “lo está haciendo bien”, con progresos destacados en el desarrollo de energías limpias.
- ¿Han advertido un abandono o postergación de las metas climáticas por parte de algunos gobiernos y corporaciones?
El mundo está muy convulso, con una serie de conflictos que lleva a que se mire más al
interior de cada país que hacia lo internacional. Hay un debilitamiento de lo multilateral, lo Estamos viendo gobiernos populistas que no abordan la necesidad de cambios estructurales en nuestras sociedades y es eso lo que vemos expresado como una falta de ímpetu, una pérdida de momentum.
Lo que percibimos hoy no es el entusiasmo de la Cumbre de París.
Lo anterior no quiere decir que la cosa ha parado, pues hay gobiernos, instancias corporativas y públicas y acciones, desde lo personal hasta lo global, donde sí hay un mayor compromiso.
Hay grandes empresas que sí están buscando ser sostenible y probablemente serán éstas las más exitosas en el futuro. Las demás no podrán tapar el sol con un dedo.
- ¿Qué implicancias tiene esta falta de ímpetu?
En la medida que no se enfrenta el cambio climático, cada vez se vuelve más caro, tanto en términos monetarios como en términos de los costos de personas, de biomas, de condiciones de vida. Mientras más nos atrasamos, más complejo se vuelve el desafío.
- ¿Es posible recobrar el entusiasmo en el corto plazo?
Es variable. Por ejemplo, en estos días en el Reino Unido se echaron atrás una serie de políticas que eran bien nocivas en términos de cambio climático. Probablemente, en Francia también se venga un ímpetu un poco distinto.
Pero en el mundo, el nivel de conflictividad -como es de esperar en medio del avance de la crisis climática- ha empezado a aumentar, por lo que comenzaremos a ver más problemas, más dificultades… Es mucho peor, a medida que esto avanza.
- ¿Cómo trabaja el IPCC para reinstalar el sentido de urgencia?
Los mensajes del Panel han sido claros: los cambios son urgentes y deben ser estructurales. Esa es una visión global desde la ciencia. Además, los llamados que se han hecho se han vuelto evidentes, porque muchas de las proyecciones se están volviendo reales, actuales.
Los gobiernos están teniendo muchos problemas para enfrentar el cambio climático, gobiernos ricos, pobres, de todas las escalas. Tenemos inundaciones, con pérdidas de vidas, en Bangladesh e India, en el sur de Francia y en Alemania. Tenemos olas de calor salvajes en Asia y en Norteamérica. Todo aquello obedece, en buena parte, a la perturbación que hemos hecho los seres humanos del sistema climático.
- ¿Cómo ha sido para el IPCC dialogar con los populismos que han llegado al poder?
Al Panel le corresponde hacer evaluaciones del estado del conocimiento, tratando de poner la mejor información disponible para la toma de decisiones. Desde la ciencia, uno se encuentra con que el mundo de la toma de decisiones funciona a otro ritmo y con la ciencia como uno, entre varios, de los elementos a considerar. Entonces, siempre hay cierta turbulencia en esa relación.
Pero sí se ha ido notando en este ciclo que los conflictos de la COP se han tratado de llevar al IPCC, lo que para nosotros significa tener que defender con mayor fuerza la necesidad de la ciencia y evidencia. En estos populismos, de derecha o izquierda, hay una suerte de desprecio por la evidencia y a nosotros nos importa profundamente que la toma de decisiones tenga evidencia.
Una política de Estado
- ¿Cómo está enfrentando Chile la emergencia del cambio climático?
Afortunadamente, en Chile la política climática ha sido una política de Estado.
Independientemente de los gobiernos, se ha tenido una mirada consistente. Por ejemplo, la búsqueda de energía limpia es una decisión consensuada y en eso el país lo ha hecho muy bien.
Siempre se puede decir que podríamos hacerlo mejor, pero hay que entender que otra cosa es con guitarra y tener respeto por los tiempos del mundo de la toma de decisiones, porque de la academia siempre podemos decir lo que se necesita, pero aquello debe convivir en una saludable tensión como lo que se puede hacer.
- ¿Y a nivel corporativo?
Alguien del retail me contaba el otro día que estaban en un proceso de avances en cuanto a sostenibilidad, aun cuando -según me contaba esta persona- al principio en esa misma empresa les había costado entender la importancia de esto. Ahora, ellos lo veían como un asunto que al final tiene que ver con la sostenibilidad del negocio. Esa mirada es correcta.
En minería, que es una gran industria en Chile, por lo menos en el papel y en el discurso, creo que hay una mejor visión de la necesidad de ir cambiando los procesos para que no sean tan dependientes del agua, porque no hay agua y son zonas de agua con conflictos.
La agroindustria quizá sea donde más falta, para decirlo de una forma propositiva, es donde más oportunidades hay para avanzar. Por ejemplo, las mejoras en la eficiencia del riego no se han traducido en la reducción en el consumo de agua y eso es algo a lo que se debiera apuntar.
Tenemos un problema de sequía creciente y persistente, por lo tanto, hay que ir
preocupándose. Hay otras industrias, como la vitivinícola, que ha avanzado sustantivamente y han adaptado muchas de sus prácticas. Yo creo que ahí hay un ejemplo muy interesante. | Leer en Diario Financiero.