Récord de temperaturas, sequía e inviernos más calurosos: ¿es un fenómeno que no podemos controlar? (Contracarga.cl)

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Con el julio más cálido de la historia y con sequía por las escasas precipitaciones, este 2021 ha sido un año complicado en términos climáticos, lo que podría continuar en el verano. Aguas Andinas ya decretó Alerta Temprana Preventiva.

Por Josefina Martinez

“Esta es la peor sequía de la historia”, manifestó el jueves pasado el ministro de Obras Públicas, Alfredo Moreno, al visitar el Embalse El Yeso, la principal reserva hídrica de la ciudad de Santiago, ante la preocupación por las escasas precipitaciones durante este año.

“En julio llovió 0,6 milímetros y no tuvimos acumulación de nieve”, agregó la autoridad. “Estamos con peores indicadores incluso que en 2019. Por esta razón, estamos trabajando junto a las sanitarias con medidas excepcionales de cara a la hipersequía”.

Según la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), el 2019 fue el año más seco en la historia de nuestro país desde que se conocen registros de lluvias, y también el año que superó todos los récords.

2019 fue líder en olas de calor –o sea, temperaturas que superaron los rangos normales y que duraron más de tres o cuatro días–, en comparación a otros años. En Santiago y Calama, por ejemplo, se registraron 13 olas de calor en 2019 con una duración de 47 y 46 días respectivamente.

Mientras que la zona austral fue la que presentó la mayor ola de calor, con temperaturas nunca antes registradas en la zona. En Porvenir, Tierra del Fuego, el verano de 2019 registró una máxima de 32,2 ºC, mientras que en Cochrane, en Aysén, se registraron 36,1º. Osorno llegó a alcanzar un día de febrero a los 36,8 ºC y Valdivia a los 38,5 ºC.

Pero el 2019 no sólo estuvo marcado por temperaturas extremas, también fue el año en que se reportaron más tornados en el país, siendo los más grandes reportados en el Bío Bío, Chanco, San Carlos y Coihueco.

Teniendo en cuenta las pocas precipitaciones que ha habido este año y las altas temperaturas del mes de julio recién pasado, convirtiéndose en el mes de julio más cálido en 72 años, ¿podríamos repetir las cifras del 2019? ¿Se nos viene un verano 2022 con olas de calor extremas como las de tres años atrás?

Lo que sabemos hasta ahora es que de lluvias no hay grandes pronósticos y que ya Aguas Andinas informó que ha decretado Alerta Temprana Preventiva.

Pero, ¿qué quiere decir eso? Según la misma empresa sanitaria, que provee de agua potable y alcantarillado a todas las comunas de Santiago (menos Maipú y Cerrillos), el propósito de esta medida es anticiparse a futuros problemas de escasez hídrica y, a la vez, proteger el actual abastecimiento.

Según la DMC, a la fecha de hoy en la región Metropolitana han caído 78,1 milímetros de agua, cuando lo normal debería ser de 294,1 milímetros. Estamos hablando de un déficit de 216 milímetros, que representa un 73,4% de menos precipitaciones.

Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto? ¿Por qué no llueve? ¿Es culpa de nosotros mismos? ¿Serán nuestros próximos años igual de secos? ¿Se puede prevenir? A continuación, dos expertos nos lo explican.

El mes de julio más caluroso en 72 años, ¿por qué?

Considerando datos de la DMC, registrados desde 1950, el mes de julio de 2021 efectivamente se convirtió en el julio más cálido en Santiago. La temperatura media alcanzó los 18.8 °C, teniendo en cuenta que el valor normal es de 15.3 °C. Es decir, subió más de tres grados. Este valor se calcula sobre la base de un promedio de un período de 30 años –1981 hasta 2010–, que se determina normal.

Si consideramos sólo el mes de julio, los registros más cálidos que le siguen provienen de los años 1986 y 1996, con 18 °C, seguidos de 2012 y 1968, alcanzando 17.1 ºC y 17 °C, respectivamente.

Ahora, si nos referimos al invierno más cálido en la zona central de Chile, sumando los meses de junio, julio y agosto en términos de temperaturas máximas medias, este se vivió en 2015 registrando 18.3 °C, seguido de 2016 con 17.9 °C. Este año, hasta el momento, la media se ubica en 18.4 °C, por lo que podría convertirse en el invierno más caluroso de la historia.

Según Raúl Valenzuela, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y académico de la Universidad de O’Higgins (UOH), el fenómeno ocurre porque “frente a las costas de Chile, sobre el océano, hay un centro de alta presión: el anticiclón del Pacífico. Ese anticiclón es una masa de aire que lo que hace es que durante el verano su centro se mueve un poco más hacia el sur y eso evita que lleguen los frentes fríos. Ahora, anormalmente, está más al sur de lo que debería para un mes de julio, o meses de invierno en general. Eso está generando el efecto que debería hacer en verano y evitando que hoy lleguen los frentes fríos”.

Para Solangela Sánchez, jefa de la Oficina Servicios Climáticos de la Dirección Meteorológica de Chile, estas variaciones estacionales o mensuales se producen como consecuencia de lo que sucede a escala diaria.

“Se ha observado, por ejemplo, que la trayectoria de los sistemas frontales ha pasado por la región de Aysén o Los Lagos y no más al norte, lo cual se traduce en déficit de precipitaciones en la zona central. Este déficit favorece las disminuciones de temperatura en la mañana y mayores temperaturas por la tarde. En resumen, las condiciones oceánicas y atmosféricas se han conjugado para que tengamos la situación actual”, explica.

Embalse el yeso
Embalse El Yeso. MOP

No debemos olvidar que otro factor lo constituye el cambio climático, como un efecto de variabilidad de baja frecuencia.

Valenzuela señala que la literatura científica dice que “lamentablemente Chile muestra una tendencia a calentarse, revelando dos cosas: un aumento en la temperatura y una disminución de las precipitaciones, como tendencia de largo plazo. Ahora bien, si nosotros sacamos las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo, el clima igual produciría estos eventos. La diferencia es que esta tendencia, lo que está haciendo, es aumentar la frecuencia y/o la intensidad de estos eventos”.

Por estas razones, los expertos aún no se pueden aventurar a pronosticar cómo será el próximo invierno, ni menos cómo será el próximo verano. No todavía, dice Sánchez, debido a que los pronósticos de mayor plazo sólo se realizan cada tres meses, pero la tendencia indica una mayor ocurrencia de temperaturas y fenómenos extremos.

Sin embargo, a pesar de no tener un pronóstico claro, Valenzuela se arriesga a decir que “el factor que nos juega en contra son las bajas precipitaciones durante el invierno que implican un suelo más seco para el verano. Y un suelo seco para el verano, sí o sí va a afectar la sensación térmica y va a elevar la temperatura”.

De todas formas, lo más preocupante es el aumento de la frecuencia de fenómenos extremos como, por ejemplo, olas de frío o de calor, precipitaciones intensas en cortos períodos de tiempo, precipitación líquida en cordillera debido a altas isotermas de 0° –donde se forma la “línea de nieve”–, entre otras.

“Son tantos factores que no se puede determinar concluyentemente el porqué de su ocurrencia”, afirma la jefa de la Oficina Servicios Climáticos de la DMC.

Y, ¿podemos prevenir futuras temporadas de sequía?

Para el investigador del (CR)2, Raúl Valenzuela, es muy difícil que estos eventos se puedan prevenir a futuro, recomendando que ya en esta situación “lo que podemos hacer es adaptarnos”.

En la misma línea, Solangela Sánchez agrega que “estos largos períodos de condición seca van cambiando a nivel climatológico lo que consideramos como normal, por lo tanto, se tiene una nueva condición a la que nos debemos adaptar, ya que no sabemos si se revertirá en un corto plazo”.

Sin embargo, explica que antes de hablar de prevención lo que hay que hacer es diferenciar dos conceptos. El primero es la sequía meteorológica, que es la que se debe al déficit de precipitaciones y no podemos manejar. Y segundo, la escasez, que “viene del componente antrópico, y se produce por un mal manejo de los recursos. Por lo tanto, de lo que nos debemos de preocupar, y lo que las autoridades deben regular es de hacer un uso más eficiente del agua existente, considerando las condiciones de sequía”.

Y añade, “la sequía prolongada puede cambiar, además, la vegetación, afectar a la producción de ciertas especies, desplazar a especies animales naturales y favorecer la proliferación de otras”.

Pero, ¿cómo adaptarnos? Un ejemplo de ello lo refleja la industria de la agricultura, explica Valenzuela, “quienes constantemente están buscando sistemas más eficientes para el uso del agua, tecnificándose y mejorando los sistemas de riegos”.

“Hay que buscar formas de adaptarse, mientras se van implementando medidas”, añade el académico de UOH. “Como lo están haciendo hoy con la conversión de la materia energética en energías renovables, como método para reducir la emisión de gases de efecto invernadero”.

Por lo tanto, la concientización de la población con respecto al cambio climático y el daño al planeta es fundamental. “Se debe ser conscientes de que, si bien estas variabilidades no las podemos atribuir sólo al cambio climático, ya que son muchos los factores que afectan, es de nuestra responsabilidad cuidar los recursos, disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, cambiar nuestros hábitos de consumo”.

“Sin embargo, las intenciones individuales tienden a ser marginales, si no hay políticas de cambio y regulación a nivel mundial, en las formas de los procesos productivos mayores, que son los principales responsables de las emisiones y de la escasez del agua”, concluye.

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