Dolores musculares por el esfuerzo de acarrear agua desde las quebradas, poco descanso por la necesidad de lavar de noche y presión en el presupuesto familiar por la compra de agua embotellada son algunas de las dificultades de mujeres en primera línea contra la sequía en Chile.
Aunque la preocupación por el abastecimiento de agua potable está llegando a las ciudades, son los hogares rurales los que vienen lidiando en primera línea con la mega sequía que azota al país hace más de una década.
Y dentro de esos hogares, son las mujeres quienes más se llevan la carga por solucionar el problema de acceso al agua, dado su rol histórico en las tareas domésticas y de cuidados que dependen del agua, como crianza, cuidado de personas mayores, alimentación y limpieza.
Para conocer cómo ha impactado la sequía en la vida diaria de mujeres rurales, dos investigadoras chilenas entrevistaron a 31 mujeres habitantes de comunas rurales entre Coquimbo y el Maule, y que no cuentan con un acceso seguro al agua.
Impacto en la calidad de vida
Uno de los mayores problemas que relatan casi todas ellas, son los dolores musculares por la práctica frecuente de acarrear agua desde quebradas en pesados baldes y bidones. Otra práctica a la que deben recurrir es la de realizar tareas domésticas en la noche, cuando hay menos demanda de agua, o en las casas de vecinos y familiares.
Esto deja menos tiempo para otras tareas o altera los tiempos de descanso. Por su parte, la falta de agua las lleva a reducir el riego para la agricultura familiar, por lo que también disminuye el acceso a alimentos frescos y el trueque de alimentos entre vecinos, y aumenta la presión sobre el presupuesto del hogar, ya que aumentan las compras en el comercio.
El presupuesto de la casa también se ve afectado por la necesidad de comprar agua embotellada o en bidones para uso familiar, y el costo de implementar soluciones de infraestructura hídrica para reutilizar aguas grises, o hacer más eficiente el uso de agua.
La falta de agua también afecta a emprendimientos familiares y fuentes de ingreso para las mujeres, ya que se les imposibilita la comercialización de productos artesanales como quesos, mermeladas, leche o dulces.
Ante estas situaciones adversas, se generan dinámicas comunitarias como las mingas por el agua o la contratación de camiones aljibe entre varios vecinos y vecinas. Además, entre la comunidad y sobre todo entre las mujeres, aumentan los conocimientos técnicos, administrativos y legales sobre la gestión del agua.
¿Qué se puede hacer?
Investigadoras del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) que analizaron las entrevistas, sugieren que desde el Estado haya más apoyo para mejorar la infraestructura de los Servicios de Saneamiento Rural (antes APR), y promover capacitaciones con enfoque de género en instituciones vinculadas a la gestión del agua, para que puedan abordar estas brechas.
También recomiendan crear espacios de intercambio de experiencias, para valorizar y difundir las estrategias creadas sobre todo por mujeres para adaptarse a la falta de agua, y promover la participación de mujeres en las tomas de decisión sobre gestión del agua en zonas rurales. | Leer en El Desconcierto.