¿Cómo se ha preparado la red sanitaria de Santiago para combatir los efectos del cambio climático? (El Dínamo)

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Lluvias estivales en el verano del 2023, junto a las inusuales precipitaciones en la cordillera del pasado mes junio en zonas donde debería haber nevado, son muestras tangibles de cómo los efectos del cambio climático se han intensificado, tanto en Chile como en el mundo.

La Organización Meteorológica Mundial anunció que los primeros 21 días de julio han sido el período de tres semanas más cálido en la historia del planeta desde que se tiene registro. Además, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, afirmó que la era del calentamiento global terminó y entramos al periodo de ebullición mundial.

Sus efectos los podemos ver en diferentes eventos climáticos alarmantes que han ocurrido en ese mismo mes, como tormentas con vientos de 217 km/h en Suiza, inundaciones en Zaragoza, España, y olas de calor históricas en Europa, Estados Unidos y China.

Por nuestra parte, en el hemisferio sur, donde nos encontramos en invierno, tuvimos temperaturas dignas de la primavera con una máxima de 23° el pasado sábado 29 y domingo 30 de julio en la Región Metropolitana, situación que se extendió durante los primeros días de agosto, poniendo alertas en la acumulación de nieve y un eventual adelantamiento de los deshielos de las reservas de agua en cordillera.

Éstos y muchos otros eventos climáticos extremos han dejado en evidencia los efectos del calentamiento global. “El año 1992 la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático definió nueve criterios de vulnerabilidad asociados al cambio climático para los países. Chile cumple con siete de ellos: áreas costeras a baja altura; zonas áridas y semi áridas, con cobertura forestal y expuestas al deterioro forestal; territorio susceptible a desastres naturales; áreas urbanas con problemas de contaminación atmosférica; ecosistemas montañosos, y zonas propensas a la sequía y la desertificación” explicó a EL DÍNAMO Martín Jacques, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia CR2 de la Universidad de Chile.

En este mismo año, durante el verano tuvimos lluvias estivales, con más de 100 horas con condiciones de turbiedad en las cuencas de los ríos; y un frente a finales de junio que dejó más de 250 mm en la cordillera, zona donde habitualmente cae nieve. Pero como dice el dicho “una golondrina no hacen el verano”.

En palabras de Jacques, “aunque esos montos de precipitación fueron muy intensos, no alcanzan para revertir condiciones de sequía de largo plazo. Lo que se necesita es tener una temporada o más de una temporada con condiciones normales o sobre lo normal para terminar con la sequía que partió en 2010”.

Aun así, con sequía y turbiedad, en ninguno de esos dos casos se suspendió el suministro, esto gracias a, según señaló Lorena Schmitt, presidenta de la Asociación Nacional de Servicios Sanitarios (Andess), las inversiones que han realizado las empresas sanitarias para adaptarse al cambio climático.

“Sin embargo, no podemos conformarnos y esperar una crisis para actuar.  Es imprescindible anticiparnos, porque la infraestructura requiere tiempos de diseño, planificación y ejecución. La industria debe seguir en la senda de las inversiones en obras y planes de resiliencia, a través de una fuerte alianza público-privada”, declaró Schmitt.

Destacó así, las obras como los Megaestanques de Pirque y Pozos de Cerro Negro, que Aguas Andinas inauguró en 2020 y 2022, respectivamente, las cuales han permitido pasar de las 4 horas de autonomía que se tenían en 2011 a las actuales 37 horas de respaldo para hacer frente a fenómenos climáticos que impiden la adecuada producción de agua potable. Junto a ello, Schmitt resalta la gestión integrada de cuencas; la infiltración artificial de acuíferos; y el reúso de aguas servidas tratadas para riego y usos industriales.

“Todas estas obras, y muchas más, nos permiten contar con un sistema robusto que nos ha ayudado a sortear de manera efectiva la sequía y evitar restricciones al consumo”, detalló la presidenta de Andess.

En la misma línea, Juan Eduardo Saldivia, abogado y ex Superintendente de Servicios Sanitarios, afirmó que “el trabajo de Aguas andinas, en conjunto con el estado, ha sido fundamental para mejorar la capacidad de Santiago y para enfrentar los nuevos desafíos que implica el cambio climático. Lo vimos hace unas semanas cuando, si no hubiese sido por los mega estanques de Pirque y las nuevas captaciones de aguas subterráneas en Lo Mena, Santiago se habría quedado sin agua”.

Según cifras del sector, en el período 2000-2020 las empresas sanitarias han invertido US$ 7.967 millones. De esa cifra, un 62% se destinó a asegurar los servicios de agua potable y alcantarillado. En 2022, es sector registró un aumento de 12% en la inversión respecto de 2021, totalizando US$ 512 millones, destinados tanto a seguir robusteciendo el funcionamiento de la industria a nivel general, como para la construcción de obras de seguridad que permiten fortalecer los sistemas productivos de agua potable, para sortear de mejor manera los eventos adversos de la naturaleza derivados del cambio climático.

A futuro, Aguas Andinas proyecta invertir otros US$ 330 millones para alcanzar las 48 horas de autonomía de producción de agua potable con el proyecto “Captación y Conducción Alternativa Río Maipo”.

A juicio de Saldivia, es necesario “avanzar fuertemente en los proyectos de reutilización de las aguas servidas tratadas. La ley de Aguas Grises se promulgó el año 2018 pero aún se encuentra pendiente su reglamento. Hay proyectos inmobiliarios que quieren implementar sistemas de aguas grises, pero no habiendo reglamento no pueden hacerlos y eso se traduce en que estamos perdiendo oportunidades”.

Para Carlos Cruz, director ejecutivo del Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI), “a todas luces en Chile tenemos un sistema de agua potable muy eficiente. Hemos sufrido distinto impactos relativamente contundentes; la sequía, momentos de turbiedad y se ha advertido en reiteradas ocasiones la posibilidad de que parte de la ciudad de Santiago quede sin agua, pero eso no ha ocurrido. Eso quiere decir que la infraestructura que se ha ido desarrollando los últimos 25 años, para hacerse cargo la necesidad de la ciudad, han sido muy acertadas”.

El ex ministro de Obras Públicas consideró que la alianza público-privada ha sido clave para el desarrollo de nueva infraestructura y el despliegue de grandes inversiones.

“En la medida en que el sector privado siga contribuyendo con inversión, más el buen manejo en un marco de regulatorio que limita la rentabilidad de estas inversiones, es una forma de asociación que a nuestro juicio ha sido muy efectiva y que es perfectamente posible replicar para otras actividades”, concluyó Cruz. | Leer en El Dínamo.