El clima obliga a la agricultura del Valle del Aconcagua a adaptarse (El Ágora)

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    El Valle del Aconcagua sufre desde hace más de una década los efectos de una sequía que, aunque es síntoma de desertificación, ofrece también la posibilidad de adaptar cultivos para mantener el desarrollo económico de los agricultores de la zona

    Por Gabriela Lucero

    Adaptarnos al cambio climático es una de las tareas más concretas que nos impone el inevitable proceso que estamos viviendo y que afecta especialmente a Latinoamérica. En Chile, diversas son las iniciativas que tienden a esta adaptación, buscando precisamente hacer frente a los desafíos que trae un clima cambiante.

    El sector agrícola nacional es, sin duda, un área productiva donde la forma en que por años se han venido realizando las actividades, deberá mutar y ya lo está haciendo. Acá, mirar el futuro cercano se vuelve un desafío, por lo que hacerlo con las herramientas correctas se torna un elemento fundamental para proyectar sucesos y saber como será nuestro futuro en un contexto de urgencia climática que a veces nos hace sentir que estamos un poco a la deriva.

    Sin embargo, el conocimiento y tecnología son grandes aliados para los agricultores del país, pues loes permiten tomar decisiones y proyectar sus campos de forma más segura, y así evitar, resistir o aprovechar los cambios y los efectos del clima, actuales o previstos.

    Una de las aristas de esta adaptación se relaciona con el estudio de especies, frutales o arbóreas, que pudieran desarrollarse de buena forma en una zona con crisis hídrica o que va a sufrir cambios en cuanto al clima. Se trata de especies diversas y quizás de producción nueva en determinada zona agrícola, lo que constituye un desafío mayor.

    Explorando el Valle del Aconcagua

    El Valle del Aconcagua es una cuenca de origen cordillerano, ubicada en la Región de Valparaíso a unos 90 kilómetros al norte de Santiago, cuyo río, el cual recibe el mismo nombre que la región, ha bañado por siglos las tierras que lo circundan, permitiendo que esta zona haya tenido siempre un gran desarrollo agrícola.

    Sin embargo, desde hace algunos años, la zona que rodea la cuenca del río Aconcagua se ha vuelto altamente vulnerable, pues el cambio climático ha impactado fuertemente en ella, aumentando la temperatura media anual y modificando los patrones de precipitación, afectando la productividad agrícola.

    Es por ello que, teniendo en cuenta los antecedentes climáticos de la zona, el Centro de Información de Recursos Naturales, CIREN, apoyado por la Fundación para la Innovación Agraria, FIA, ambos servicios del Ministerio de Agricultura, realizaron el estudio “Incorporación de nuevas especies productivas sobre la base de modelaciones climáticas a 15, 30 y 45 años en la cuenca del río Aconcagua”. El objetivo no es otro que buscar soluciones productivas para que los agricultores puedan hacer frente al calentamiento global a través de la reconversión de cultivos.

    Aconcagua
    Los agricultores del Valle de Aconcagua tuvieron oportunidad de participar en el estudio.

    Un trabajo que comenzaron en el 2019, de la mano de alrededor de 120 agricultores, provenientes de las comunas de Calle Larga, Catemu, Hijuelas, La Calera, La Cruz, Limache, Llay Llay, Los Andes, Nogales, Olmué, Panquehue, Putaendo, Quillota, Rinconada, San Esteban, San Felipe y Santa María. Todos ellos han visto cómo, en la última década, el clima ha cambiado en una zona agrícola en donde los recuerdos infantiles de días en casa debido a lluvias que duraban semanas enteras, se han quedado en la memoria colectiva de quienes habitan el valle.

    Alex Fernández Muñoz, geógrafo del CIREN y coordinador del estudio, nos cuenta que desde un primer momento fue claro con los agricultores, en el sentido de explicarles que el cambio climático “es inevitable, vamos a tener menos precipitaciones y hay que hacer algo, porque mucha gente de la zona vive de la agricultura”. Según apunta, “esto es un terremoto seco, que, a diferencia de un terremoto geofísico, en donde uno sabe qué va a ocurrir y las ventanas de tiempo en que podrían darse, no sabemos lo suficiente. Por eso la idea era prepararse para estos escenarios y empezar a pesquisar ahora, con la información que disponemos, qué especies eventualmente, de acuerdo a las condiciones físicas de la cuenca, pudieran darse con mayor productividad”.

    Por ello, “nos enfocamos principalmente en frutales y esto, porque en la quinta región la actividad productiva está fuertemente ligada a lo frutícola, donde el proceso de reconversión necesita mucho más tiempo que una ligada, por ejemplo, a cereales u hortalizas, en que hasta en un año se pueden hacer cambios. Entonces, al ver que la producción frutal se iba a ver más afectada por estos cambios, nos enfocamos en eso y porque hay muchos costos asociados también”, explica el coordinador del proyecto.

    A partir de estas primeras constataciones, se definió analizar especies conocidas por los agricultores, pero también ver la factibilidad con otras totalmente nuevas, llegando a la jojoba, el lúcumo, el frambueso y el pistacho.

    Mapa en el que se modela el comportamiento climático de la cuenca del Aconcagua. | CIREN

    Tras este paso, comenzó la modelación del comportamiento climático de la cuenca, utilizando información del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 de la Universidad de Chile, con el fin de proyectar las posibilidades de explotación agrícola dentro de un horizonte a 15, 30 y 45 años, simular las posibles reconversiones de cultivos, de acuerdo con las futuras condiciones climáticas. Por supuesto, teniendo siempre en vista la sustentabilidad de los recursos, especialmente el agua, pero también suelo y rentabilidad de los cultivos en el largo plazo.

    De la jojoba al pistacho

    “Dentro de la transición climática, la actividad frutícola puede salir beneficiada o perjudicada. Por lo anterior, el conocimiento de las proyecciones futuras del régimen de clima permitiría un uso racional y promover – gracias a la innovación – la conservación del conjunto de recursos naturales involucrados en la producción agrícola, por lo que resulta esencial conocer su futuro comportamiento. Por otro lado, cuando iniciamos el proceso de modernización en FIA, fortalecimos el trabajo conjunto con las instituciones del Minagri para seguir impulsando un sector más competitivo en cada uno de sus procesos, principalmente en la etapa inicial, donde se requiere información y conocimientos específicos para la toma de decisiones eficientes en el uso de los recursos naturales”, señaló la representante de FIA en la Región de Valparaíso, Carolina Fuentes Besoaín.

    A la hora de exponer los resultados de este estudio, los cuales se tuvieron en diciembre de 2020, en plena pandemia, podríamos hacerlo a través de un ranking con las especies que tuvieron mayor adaptación climática en el Valle del Aconcagua. En primer lugar, la jojoba, la cual, según la modelación climática, tuvo un aumento significativo de la aptitud productiva dentro de la cuenca, pasando de 139.173 ha actuales a 147.852 ha al año 2065, representando un aumento del 6% de la superficie.

    En cuanto a las aptitudes altas y medias de la jojoba, éstas aumentarían para el periodo actual desde 76.848 ha en toda la cuenca, hasta 92.761 ha, representando un aumento del 21% de acuerdo con las proyecciones entre los años 2020 y 2065. Estos incrementos en la aptitud se distribuyen de forma homogénea a lo largo de todo el valle del Aconcagua.

    Un árbol con frutos de jojoba.

    En segundo lugar, aparece el lúcumo, cuyo comportamiento sería similar a la jojoba, ya que son los únicos dos frutales en los que su superficie apta para el cultivo iría en aumento. Es así como en el periodo actual, la superficie apta es de 138.505 ha, mientras que, durante los años 2050 – 2065 será de 147.782 ha, con lo que se prevé un aumento del 7%. Este incremento se distribuye de forma homogénea por todas las comunas de la cuenca, presentando aumentos del 21% para las aptitudes altas y medias, pasando de las 74.459 ha a las 90.751 ha, entre los años 2020 a 2065.

    Luego, el frambueso, el cual presentará una baja general de su aptitud en todo el Valle de Aconcagua, pasando de las 161.985 ha actuales a 80.300 ha al año 2065, lo que se traduce en una baja significativa de un 50%. Este fenómeno se explica por la desaparición total de algún grado de aptitud en las zonas más cercanas a la costa. Pese a ello, hay sectores donde se mantendría una alta aptitud, a pesar de la merma en las hectáreas aptas en la cuenca. Éste es el caso de la comuna de Putaendo, donde las hectáreas con aptitud alta y media incluso aumentarían en un 11,5%, pasando de 6.638 ha a 7.402 ha para entre los años 2020 a 2065.

    Por último, el pistacho, ya que, de acuerdo con las proyecciones estimadas, la aptitud para su cultivo actualmente se presentaría favorable, alcanzando un total de 119.787 ha con algún grado de aptitud, las que disminuyen severamente a 56.277 ha al proyectarlas al año 2065. Si se analiza su comportamiento para las aptitudes altas y medias se pasaría del periodo actual de 47.331ha, hasta las 3.176 ha en el periodo 2050-2065, las que en su mayoría se concentran en la comuna de Putaendo, a diferencia de la actualidad, donde la citada comuna no presenta condiciones muy favorables para su cultivo, pero sí en el resto de las comunas de la cuenca. Durante los años 2020 y 2065, la disminución de las aptitudes altas y medias actuales representarán el 93%.

    Valores ecónomicos e hídricos

    Pero este estudio de “Incorporación de nuevas especies productivas sobre la base de modelaciones climáticas a 15, 30 45 años en la cuenca del río Aconcagua”, también contempló establecer los alcances económicos y productivos del proyecto, como la mantención del valor de los predios agrícolas de la cuenca para que no pierdan su valor comercial, gracias a la permanencia del potencial de producción y eventualmente, aumentarlo.

    También busca, por otro lado, ayudar al equilibrio del balance hídrico por uso agrícola, permitiendo un mejor uso de los recursos (agua y suelo) y evitar su sobreexplotación y también mantener la infraestructura de servicios agroindustriales asociados y sus empleos.

    Aconcagua

    Sin duda, la pandemia fue un factor importante para el desarrollo de este estudio, lo que derivó en trabajar a distancia con los agricultores, entregándoles herramientas para ir evaluando las especies en sus campos y capacitándolos en cuanto al uso de tecnologías para acceder a las proyecciones. Ello derivó también en un manual de cultivos, donde se les entregó una evaluación de las especies; antecedentes técnicos de éstas y un análisis económico de productividad, entre otros aspectos.

    Ahora, lo que viene es que cada agricultor evalue y decida, en base a los resultados de este estudio, si realiza el recambio de plantaciones. Una decisión que, sin duda, implica un desafío mayor para quienes por años han trabajado la tierra con cultivos tradicionales en el Valle del Aconcagua, aunque son ellos también quienes han visto cómo esa tierra ya no es la misma ni tampoco volverá a serlo.

    Leer en El Ágora.