En Santiago, desde noviembre hasta ahora, ya van seis olas de calor sucesivas.
Amalia Torres y Pamela Gutiérrez
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El Mercurio
Si el pronóstico se cumple, hoy la máxima en Santiago alcanzará los 33 grados. Así se cerrará el mes de enero con la temperatura máxima, la mínima y la media más altas desde 1950, advierten desde la Dirección Meteorológica de Chile.
Además, a diferencia de la normalidad en los meses de enero, durante el actual que termina todos los días los termómetros habrán superado los 30 grados, con la temperatura máxima histórica de 37,4º Celsius, alcanzada el 25 de enero.
Incluso, las temperaturas mínimas han sido más altas de lo habitual: en 2017, la temperatura mínima promedio alcanzó los 15 grados Celsius, pero la mínima promedio normal de enero -se considera desde 1981 a 2010- es dos grados más baja (13,3 ºC).
«Según los datos de la estación Quinta Normal, es el enero con temperaturas más altas desde hace 67 años. De hecho, los últimos cinco días, las mínimas no han bajado de los 17 grados y ya llevamos 14 días del mes con temperaturas sobre los 33 grados», dice el meteorólogo Arnaldo Zúñiga, desde la Dirección Meteorológica.
Y las temperaturas han estado más altas no solo en Santiago, también en el centro-sur del país, aclara. De hecho, el 26 de enero en Chillán los termómetros se elevaron hasta los a 41,5 grados.
«Desde noviembre de 2016 hasta el momento llevamos seis olas de calor, pero todavía falta febrero y marzo -advierte Zúñiga-. Quizás el período que más se asemeja es el de noviembre de 2011 a marzo de 2012, en el que se acumularon siete olas de calor. Y ahora estamos casi igual, pero faltan dos meses».
«Todo ha sido excepcional este verano, sobre todo por la intensidad y la duración del fenómeno. El valor máximo es poco representativo, pero lo que más nos ha llamado la atención es que todos los días han estado sobre los 30 grados», dice René Garreaud, subdirector de CR2 y académico del departamento de Geofísica de la U. de Chile.
Para el investigador, la explicación del calor inusual es un aumento de la influencia de la masa continental. «Acá en la zona central estamos a mitad de camino entre un lugar muy cálido, el interior del continente, y por otra parte, una influencia oceánica que tiende a refrescar las temperaturas. Lo que ha ocurrido este verano es que la influencia continental ha sido más marcada, es como que estuviéramos al otro lado de la cordillera».
La falta de influencia oceánica se debería a la variabilidad natural de la atmósfera: «Como es muy variable, este límite entre masa continental y oceánica se ha corrido más hacia el sur. Toda la circulación del hemisferio sur está muy perturbada este verano», agrega.
Para Zúñiga, el cambio climático también tendría algo que ver. «Es innegable que ha provocado un alza de la temperatura a nivel planetario, nosotros no escapamos». Además, recuerda que cuando han terminado fenómenos de «El Niño» muy intensos «han coincidido con alzas térmicas en verano».
En febrero se espera que la temperatura baje. «En la primera semana es difícil que haya olas de calor, porque se espera un cambio del patrón: el alta se tiende a debilitar y permite el paso de sistemas frontales muy debilitados, pero que refrescan, porque se cambia la masa de aire», dice Zúñiga. Aunque tampoco descarta que más adelante haya nuevas olas de calor.
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