René Garreaud, Profesor Titular del Departamento de Geofísica, Universidad de Chile. Subdirector del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia, (CR)2

Ya estamos a mitad del 2019 y, pese a un par de tormentas muy mediáticas, pareciera que este año la megasequía de Chile central[1] cumplirá una década. Pese a que el epicentro de este fenómeno se ubica, por ahora, entre las regiones de Coquimbo y del Maule (con un 60-70% de déficit), las lluvias se encuentran por debajo de lo normal hasta la región de Los Lagos (Fig. 1).

Figura 1: Déficit de precipitaciones al 22 de julio de 2019. Pese a que se aprecian puntos de escasez, principalmente, entre las regiones de Valparaíso y del Maule, también se pueden ver algunos hitos hacia el sur. Fuente: Dirección Meteorológica de Chile, Dirección General de Aguas y Agrimet.

Como en años anteriores, la falta de precipitaciones es una consecuencia directa del escaso número de sistemas frontales cruzando la zona central de nuestro país, lo que a su vez se debe a una anormal presencia de altas presiones en sectores subtropicales del Pacifico sur oriental (frente a las costas de Chile) y de bajas presiones sobre la periferia Antártica (Fig. 2). La combinación de estas altas y bajas presiones -una estructura dipolar- ha estado actuando durante los últimos años, ocasionando la megasequía, y sus causas son develadas en un artículo recientemente publicado en el International Journal of Climatology[2]. En este trabajo, varias hipótesis emergieron del análisis de datos observados, las que luego fueron validadas con experimentos numéricos con modelos climáticos globales.

Figura 2: En los paneles superiores se muestran  las presiones anormalmente altas (+) y bajas (-) distribuidas geográficamente frente a las costas de Chile y de la Antártica, tanto para la megasequia como para lo que llevamos del actual invierno. Fuente: NOAA-EEUU. 

Históricamente, este dipolo de anomalías de presión ocurría durante los años de La Niña, lo que tenía como consecuencia bajas precipitaciones en el país; mientras que una fase opuesta (con mayores precipitaciones), ocurría durante los años de El Niño. Ambos fenómenos son parte de El Niño Oscilación Sur (ENSO, por sus siglas en inglés), un proceso cíclico y natural que ha tenido una presencia muy discreta en la última década.

¿Qué ha mantenido esta estructura dipolar durante la última década causando la megasequía? La respuesta es un marcado calentamiento en el Pacifico subtropical sur occidental (cerca de Nueva Zelanda), el que produce un patrón que favorece la presencia de estas altas y bajas presiones y la consiguiente sequía en Chile central (Figs. 2 y 3). Cabe señalar que el origen de este calentamiento no está completamente claro, pero está parcialmente asociado a la Oscilación Decadal del Pacifico. Dado su origen, aparentemente natural, es posible que esta alteración se revierta en la próxima década, lo que aliviaría parcialmente las condiciones de sequía en el centro-sur de Chile.

Pero también hay un segundo elemento que favorece a la megasequía y que viene a confirmar resultados previos[3]: las perturbaciones humanas. Estas alteraciones, principalmente la disminución del ozono estratosférico y el aumento de gases de efecto invernadero, han contribuido de manera secundaria a la mantención de la megasequía, pues ayudan a debilitar los vientos del oeste (“oestes») en los subtrópicos y los intensifica en latitudes más altas, disminuyendo la frecuencia de sistemas frontales en el centro-sur de Chile (Fig. 3). Aunque esta componente humana es por ahora menor (cerca de un cuarto de la señal), se diferencia del elemento natural, pues se mantendrá durante todo el siglo 21, generando un gradual secamiento en la zona, cuya intensidad dependerá, exclusivamente, de la humanidad.

Figura 3: Anomalías de temperatura superficial del mar (TSM) y circulación atmosférica durante sequías en Chile central. Los colores celeste y azul indican TSM por debajo del promedio y los colores amarillos y rojos indican TSM por encima del promedio. El globo de la izquierda muestra el escenario de sequías históricas en Chile central, cuando el fenómeno de La Niña  causaba el dipolo de altas y bajas presiones, reduciendo las tormentas que llegaban a nuestra región.  En el globo de la derecha, se muestra el escenario de la megasequía 2010-2019, donde el calentamiento subtropical del Pacífico sur occidental mantiene el dipolo de presión sobre el Pacífico sur-oriental. También se muestra el impacto en los vientos del oeste (“oestes”) causados por la acción humana (forzamiento antropogénico).

Referencias

[1] R. Garreaud, C. Álvarez-Garretón, J. Barichivich, J.P. Boisier, D.A. Christie, M. Galleguillos, C. LeQuesne, J. McPhee, M. Zambrano-Bigiarini, 2017: The 2010-2015 mega drought in Central Chile: Impacts on regional hydroclimate and vegetationHydrol. Earth Syst. Sci., 21, 1–21, https://doi.org/10.5194/hess-21-1-2017

[2] R. Garreaud, JP. Boisier, R. Rondanelli, A. Montecinos, H. Sepúlveda and D. Veloso-Águila, 2019: The Central Chile Mega Drought (2010-2018): A Climate dynamics perspective. International Journal of Climatology. 1-19. https://doi.org/10.1002/joc.6219

[3] Bosier, J.P., R. Rondanelli, R. Garreaud, F. Muñoz, 2016: Natural and anthropogenic contributions to the Southeast Pacific precipitation decline and recent mega-drought in central ChileGeophys. Res. Lett., 43, doi:10.1002/2015GL067265