Por Macarena Valdés, investigadora postdoctoral del (CR)2 y profesora asistente del Programa de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, y Laura Gallardo, investigadora principal del (CR)2 y profesora titular del departamento de Geofísica FCFM Universidad de Chile.
Desde diciembre del año 2019 estamos lidiando con la pandemia de COVID-19 y se ha generado diversa evidencia en torno a la forma en que este virus puede dispersarse dentro de la población. La Organización Mundial de la Salud y también el Ministerio de Salud de Chile declaran en sus respectivos sitios de internet que el coronavirus se transmite de persona a persona principalmente a través de gotículas, aunque no hacen referencia a la transmisión a través de aerosoles, tal como sí lo destaca el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).
Una gotícula es una gota muy pequeña, cuyo tamaño varía entre 5 a 10 micras[1] y que por efecto de la gravedad cae desde que es emitida. Por otro lado, los aerosoles corresponden a partículas aún más pequeñas, cuyo tamaño es menor a 5 micras y que se mantienen suspendidas en el aire sin precipitar al suelo. Al moverse por efecto de las corrientes de aire, los aerosoles pueden recorrer varios metros transportando el virus dentro de espacios cerrados lo que favorece el contagio de personas sanas cuando entran en contacto con estos aerosoles. A este tipo de transmisión, se le llama transmisión aérea y el sarampión, la varicela o la tuberculosis son ejemplos de enfermedades transmitidas por el aire.
Durante la actual pandemia se ha mencionado que el SARS-CoV-2 se transmite de persona a persona, lo que no implica que la vía de transmisión aérea no exista. Una persona contagiada emite el virus al aire (por ejemplo, al respirar o hablar) y éste se propaga en forma de aerosol. Existen varios estudios en los cuales se ha indicado que la vía de transmisión aérea del COVID-19 es muy relevante en el contexto de espacios cerrados, tales como salas de clases, oficinas, hospitales o residencias, entre otros. Evidencia similar se generó con los vecinos genéticos del actual coronavirus, el SARS-CoV-1 y el MERS-CoV, mostrando que la transmisión aérea en espacios cerrados es una oportunidad para implementar algunas acciones preventivas.
La transmisión aérea ocurre con mayor facilidad en ambiente cerrados que abiertos, ya que en el exterior el viento es capaz de diluir la carga viral presente en el aire que ha sido contaminado por una fuente (persona enferma), y la radiación ultravioleta (rayos UV) es capaz de inactivar las partículas virales. En cambio, en ambientes cerrados hay mayor concentración de partículas virales en el aire interior, las que también pueden acumularse en superficies o suelo y facilitar la transmisión a través de fómites[2], aumentando la probabilidad de que una persona sana se contagie, especialmente, si no usa o usa inadecuadamente los dispositivos de protección personal.
Teniendo en cuenta esto, el CDC destaca una lista de consideraciones que permiten mejorar la ventilación de espacios cerrados:
- Aumentar la ventilación abriendo ventanas y puertas. Si se reporta mala calidad del aire en el lugar donde se reside, se recomienda realizar la ventilación con precaución y en los momentos en que la calidad del aire mejore.
- Disminuir la cantidad de personas en áreas donde no se puede aumentar la ventilación exterior.
- Asegurarse de que los sistemas de ventilación funcionen correctamente.
- Si se posee aire acondicionado, evitar la recirculación de aire y mejorar los sistemas de filtración.
- Considerar los sistemas portátiles de filtración/ventilador de aire de partículas de alta eficiencia (HEPA) para ayudar a mejorar la limpieza del aire, especialmente en áreas de mayor riesgo.
Ad portas de cumplir un año del primer caso de COVID-19 en el mundo, con un aumento progresivo que avecina una segunda ola en Chile (aun cuando algunos especialistas advierten que no hemos terminado la primera) y sin una fecha precisa para comenzar una campaña de vacunación segura para toda la población, añadir nuevas medidas preventivas como la ventilación nos permite mitigar el alza de indicadores como la tasa de incidencia o mortalidad, y representan la única estrategia para coexistir de la mejor forma con esta pandemia.
Así que no se olvide: mascarilla, lavado frecuente de manos, distancia social y VENTILACIÓN.
Si se desea cuantificar la ventilación necesaria, le recomendamos ir a la página del doctor en ciencias atmosféricas José Luis Jiménez. Allí muestra estimaciones para salas de clases, habitaciones y otros.
Notas al pie
[1]La micra (µm) es una unidad de longitud equivalente a una milésima parte de un milímetro. Como referencia, un cabello humano mide entre 60 a 80 µm de diámetro.
[2]Los fómites son objetos inanimados o superficies donde se depositan partículas virales que pueden provenir de secreciones, gotas, o gotículas respiratorias. Si una persona sana toca ese objeto o superficie puede contagiarse.