Con conexión wifi y cargadores USB, los buses reemplazarán gradualmente a los 6.500 autobuses a diésel que ruedan por la ciudad.
Sin contaminar, más eficientes y prácticamente silenciosos. Un centenar de autobuses eléctricos comenzaron a circular por Santiago en un primer paso para la implementación total de la electromovilidad en el transporte público de Chile en las próximas dos décadas. (Le puede interesar: Buses eléctricos: ¿por qué en Cali y Medellín sí, y en Bogotá no?)
Con unos 2,4 millones de vehículos a combustión circulando hoy por la capital chilena -que producen el 80% de las emisiones tóxicas de la urbe-, los nuevos buses recorren desde diciembre 12 comunas de Santiago, una de las ciudades más contaminadas de América Latina.
«Son cómodos, amplios y ayudan bastante en el sentido de que no están tirando el humo que tiran las otras micros (autobuses). Prácticamente no se escuchan», relata a la AFP Scarlet Silva, una estudiante de 23 años tras bajarse de uno de estos buses.
De color rojo y blanco, con capacidad para 81 pasajeros -30 sentados y 51 de pie-, conexión wifi y cargadores USB, reemplazarán gradualmente a los 6.500 autobuses a diésel que actualmente forman parte del Transantiago, el criticado sistema de transporte público que opera hace poco más de una década en la capital chilena. (Acá: Primer bus eléctrico de Transmilenio registró niveles de confiabilidad del 93 %)
En febrero, se integrarán otros 100 autobuses y se proyecta llegar a cerca de un millar en los próximos tres años, un 18% del total del parque de autobuses públicos de la metrópoli. Para 2050, las autoridades esperan completar el 100% de la renovación en todo Chile.
«Tenemos una estrategia a largo plazo de electromovilidad, que pretende que el 100% de los buses del transporte público sean eléctricos para el 2050. Sin embargo, ya con los cambios que hemos visto con el proceso que se está acelerando desde el gobierno del presidente (Sebastián) Piñera, ya se ha anunciado que esa aspiración puede adelantarse al menos 10 años», dijo a la AFP Susana Jiménez, ministra de Energía.
Además de Chile, otro países de América Latina están poniendo en marcha planes de movilidad eléctrica, como Colombia, que prepara el despliegue de 1.500 taxis eléctricos para 2020; o Uruguay, que ha construido estaciones de recarga eléctrica en 300 km de sus principales carreteras turísticas, exonerado además de tasas de importación a los vehículos eléctricos de uso comercial.
Argentina bajó también los aranceles para este tipo de autos de 35% a 2%, mientras que en México dos empresas adelantan proyectos para fabricar estos vehículos.
En Centroamérica, en tanto, Costa Rica lidera, según la ONU, los planes para la transformación del sistema de transporte, mientras que Panamá acaba de presentar su primer bus eléctrico.
– Menos enfermedades, menos ruido –
La puesta en marcha del Transantiago en 2006 supuso una revolución para los habitantes de Santiago, al integrar los autobuses con el ferrocarril metropolitano. Además de las críticas a su funcionamiento, el sistema es también el responsable del 30% de la contaminación de la capital chilena, de unos siete millones de habitantes.
Se estima que cada año en Chile mueren unas 4.000 personas prematuramente por enfermedades cardiopulmonares asociadas a la polución, principalmente en Santiago, cuya ubicación geográfica, rodeada de cerros, obstaculiza la ventilación.
«Vamos a tener que lavar menos nuestras camisas, vamos a ver que hay menos contaminación en el aire, vamos a llegar (a casa) menos cansados y con menos irritación, sobre todo las personas que están diariamente sometidas al transporte público porque va haber una reducción superior al 90% de lo que estamos respirando hoy día», dice Mauricio Osses, director de electromovilidad de la Universidad Federico Santa María.
El actuar más silencioso de estos autobuses disminuiría también en al menos dos decibeles la contaminación acústica de Santiago.
– Reducción de costos a largo plazo –
El plan estatal contempla además la introducción de autobuses a diésel con la normativa Euro 6, que reduce en un 98% la contaminación respecto a los convencionales.
Si bien el costo de estas máquinas eléctricas es cuatro veces superior a la de las convencionales (380.000 dólares cada uno), a largo plazo su adquisición resulta mucho más eficiente: el uso de la electricidad es cuatro veces más barato que el combustible mientras que el mantenimiento de los vehículos es tres veces menor.
Con una autonomía de hasta 250 kilómetros, suficiente para cubrir tres veces una ruta de hasta 40 km, una de las distancias habituales recorridas por los buses del Transantiago, cada una de las máquinas cuenta con su propio cargador de energía, mientras que la carga completa tarda tres horas. (Acá: No llegarán buses eléctricos, pero…)
Al final de la céntrica avenida Grecia, que cruza de este a oeste la capital chilena, y donde se dispuso el primer corredor exclusivo para autobuses eléctricos de Santiago, se ubica el enorme terminal Los Espinos de la empresa Metbus, que instaló sistemas automáticos de carga de las baterías de litio que utilizan estos buses.
«La energía que requiere esta terminal alcanza a los 2,7 megawatts, con lo que se podría abastecer a cuatro comunas» de Santiago, afirmó José Luis Bazán, encargado de las cargas de los buses eléctricos.
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