Si bien no es un debate zanjado, expertas de diferentes disciplinas se refieren a cómo puede impactar un cambio de denominación de este fenómeno cuyo abordaje se ha transversalizado a nivel mundial, y cuyas consecuencias son hoy más explícitas en la cotidianidad de las personas.
Por Francisca Palma
¿Por qué The Guardian está cambiando el lenguaje que usa sobre el medio ambiente?, es el titular de un artículo publicado en mayo de este año por dicho medio de comunicación británico, mediante el cual informaban a las y los lectores que “a partir de ahora, la guía de estilo de la casa recomienda términos como ‘crisis climática’”.
¿Qué cambios puede plantear esta modificación en cómo denominamos este fenómeno definido transversalmente como el principal desafío global? Si bien no es un debate zanjado por el mundo científico cuatro académicas de la Universidad de Chile analizan sus implicancias: Anahí Urquiza, de la Facultad de Ciencias Sociales; Laura Gallardo, de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) –ambas investigadoras del (CR)2-; Karla Palma, del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI), y Ximena Olmos, del Instituto de Estudios Internacionales (IEI)., pero no es suficiente.
“Cuando hablamos de cambio climático, estamos desde una apostura mucho más escéptica en el sentido de observar transformaciones en el clima, en cambio cuando hablamos de crisis climática, referimos al problema y las consecuencias que eso tiene para nosotros como humanidad”, planteó la profesora Anahí Urquiza, para quien el hablar de crisis es importante dado que logra visibilizar la urgencia y de tomar acciones al respecto.
En opinión de la profesora Ximena Olmos, hablar de crisis releva la situación real que estamos viviendo a nivel global, “pero también el sentirse parte y responsable de lo que está pasando”. Pero no solo eso: instala, en opinión de la experta, “la idea de dar la respuesta, de hacer acciones para que la situación comience a cambiar”.
Como planteó Laura Gallardo, el planteamiento de crisis climática, “más allá de definir un concepto ‘legal o de ciencia’” –como ya lo han hecho instrumentos como el IPCC-, “describe bien la situación en la que nos encontramos, porque crisis tiene implícito una característica evolutiva de cambio, de constatar un problema y enfrentarlo, que es lo que tenemos que hacer”.
No solo basta hablar de crisis
A pesar de que el uso de estos términos es visto de manera positiva, la profesora Karla Palma advirtió que no sólo basta con denominar la crisis. “No da lo mismo decir ‘ocurrió un derrame o un accidente a cuántos litros de petróleo fueron derramados por tal empresa’”. O sea, “hay una distinción ahí que no es sólo conceptual, sino que tiene que ver con responsabilidades políticas, técnicas y hasta con un tema jurídico”.
Por ello, prosiguió la profesora del ICEI, si decimos hay una crisis climática, “bueno, hay que decir quién causa la crisis”. Pero no sólo eso. Otro elemento a considerar a la hora de describir y comunicar es la historización de los procesos, porque “la crisis en sí no es un elemento que ocurra sólo en un espacio, sino que para que se llegue a ese evento tiene que haber una concatenación de hechos, y eso uno lo puede historizar”.
En esa dimensión, complementó Anahí Urquiza, es preciso ligar esta denominación con un análisis “con mayor profundidad sobre toda la desigualdad que está detrás de esta crisis, tanto por las causas como por las consecuencias”, porque “no todos somos igualmente responsables de lo que estamos viviendo y no todas vamos a sufrir de la misma manera las consecuencias”.
Un tema transnacional
La emergencia de estas nuevas denominaciones, contextualizó Ximena Olmos, se da en un momento de instalación transversal de que “el tema del cambio climático es hoy día el principal desafío global”. En cuanto a tal, advirtió la experta, “es un tema central en las relaciones internacionales, pero desde una perspectiva nueva, no de la relación entre Estados, de temas de defensa, o limítrofes: este es un tema transversal, que se relaciona con los aspectos ambientales, de migraciones, entre otros». Es, en definitiva, un tema que traspasa las fronteras.
Considerando que “no es algo de lo que cada país se pueda hacer cargo de manera individual”, esto se expresa en la necesidad de que “enfrentar este desafío requiere de la cooperación internacional”. Tanto es así, complementó la profesora del IEI, que las “negociaciones climáticas son un tipo de negociación internacional que si bien lleva muchos años, recién están siendo conocidos por la opinión pública”.
En ese marco, agregó Anahí Urquiza, “tenemos que salir de la trampa en la cual estuvimos muchos años de que solamente los que eran los responsables tenían que hacerse cargo porque esto es una cuestión de política internacional que estuvo durante muchos años sin tomar decisiones con mayor profundidad para poder hacerse cargo del tema”.
Algo que nos afecta a todas y todos
Con el planteamiento de crisis, indicó la profesora Gallardo, queda en evidencia que las consecuencias que hoy experimentamos a nivel mundial no son triviales, y que “esto no es un problema que esté pasando en otra parte, esto es algo que nos está pasando a todos y tenemos que cambiar”.
Ante tal giro, indicó la profesora del ICEI, “una cosa es cómo nosotros podemos entregar el contenido, pero si la comunidad no le da un sentido es muy difícil que, aunque uno le muestre la evidencia, la gente se movilice”. Ahora, advirtió la experta, se puede decir que “la gente está mucho más sensibilizada con los temas ambientales”, dado que hay un impacto personal.
Por ejemplo, “hay mucha gente que nunca fue activista porque esto afectaba sus básicos a tu sobrevivencia”, pero “no tener agua es una cosa que te transforma la vida”. Es eso lo que “va cambiando la percepción sobre el medio ambiente”.
Así, como detalló la profesora Palma, es clave entender el proceso del cambio climático “de una manera no sólo muy conceptual y abstracta, sino que entenderlo de que yo soy parte de esto”.
Ante esto, concluyó Laura Gallardo, la comunicación de este fenómeno debe considerar dos variables. La primera tiene que ser “tomar decisiones que tengan un fundamento en la ciencia». La segunda, “es entender que este es un problema de todos y de todas, y por lo tanto la participación ciudadana en el entendimiento de que hay cambios de actitudes en todos los niveles, y no sólo individualmente sino que colectivamente son necesarias y por lo tanto la participación, es crucial”. Así, “los cambios que se necesitan no ocurren porque la decisión la tome un presidente. Eso es necesario, pero no es suficiente”.
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