«¿Disonancia cognitiva y acción climática?» por Laura Gallardo

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Columna de opinión de Laura Gallardo, investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y académica del Departamento de Geofísica FCFM U. de Chile. Publicada en Entrepiso.

Sí, Chile ha mantenido una política climática medianamente coherente, de Estado, y creciente en cuanto a ambición. Y para muestra un botón: recientemente, se concluyó la tramitación en el Senado de la República, de una Ley Marco de Cambio Climático que funda bases para una gobernanza distinta. ¡En buena hora! Como todo en la vida, siempre hay bemoles y matices y habrá quienes pensarán que es demasiado ya sea en pro en contra. Eso es normal, es parte de la diversidad. Pero la disonancia cognitiva me deja perpleja.

Con disonancia cognitiva me refiero a, por una parte, saber y reconocer que el uso de combustibles fósiles –petróleo, carbón, etc. – afecta el clima y la calidad del aire, tal como se ha ratificado hoy en el sexto informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC por su sigla en inglés, https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/). Y, por otra parte, paralelamente, comprarse y transitar en camionetas gigantes, con motores diésel, para ir a la esquina a comprar pan que luego quedará olvidado y se botará a la basura (Como alrededor del tercio de comida que botamos en Chile). Y este es un caso caricaturesco pero que a todos y todas nos toca en alguna parte: desde la dieta rica en carnes, la opción por el automóvil en lugar del transporte público o la bicicleta (si se puede) y aún esos viajes en aviones a reuniones científicas para discutir cambio climático. Sobre todo, quienes tenemos privilegios y opciones sufrimos de esta disonancia. Pero claro, hay disonancias cognitivas de mayor escala y contradicción discursiva.

Por un lado, declarar rimbombantemente que se está por mitigar las energías fósiles y alcanzar la carbono neutralidad al 2050, como un ejemplo para el mundo. Todo lo anterior mientras sacar la central añeja en “zona de sacrificio” esté dentro de los costos marginales del negocio.  Pero, por otro lado, a la primera dificultad esperada (¡la megasequía lleva más de 10 años en Chile!) que implica tener que invertir previsoramente en nuevas fuentes de energía, socorrerse de una nota al pie para retomar el uso de una central a carbón añeja en una “zona de sacrificio”. O sea, una contradicción en los hechos. Una voluntad de cambio mientras todo se mantenga igual y no implique esfuerzo, inversión y compromiso.

Y no vamos a decir que la mitigación carbónica y de la calidad del aire es una sorpresa inesperada o que las inversiones de compañías en el rubro energético se hagan según el favor del viento. Esos son negocios de largo aliento, no son especulaciones ludópatas. Y aparte de las emisiones de dióxido de carbono y de contaminantes coemitidos, muchos de ellos forzantes climáticos también, queda la duda si los acuerdos en marcos voluntarios son viables. Parece que la zanahoria del bienestar de los comunes no es suficiente motivación para algunos.