Dra. Laura Gallardo frente al cambio climático: “Hay una brecha enorme entre lo que se requiere hacer y lo que estamos haciendo” (UMAG)

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    – La investigadora de la Universidad de Chile fue designada vicepresidenta del Grupo II del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, grupo científico asesor de la ONU en cuya mesa directiva, por primera vez, está representado nuestro país. 

     

     

    – La Dra. Gallardo también es fundadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, entidad a cargo de la organización de una Escuela de Verano dirigida a los sectores público y privado, cuya cuarta versión se realizó en Punta Arenas gracias a una alianza con la Universidad de Magallanes. 

     

    – El evento académico fue destinado a abordar la gobernanza climática en los territorios australes, donde se proyecta una gran industrialización para exportar energía a Europa.

    Por: Paula Viano Santana y Mónica Araus Sieber.

    El grupo de expertos conocido como Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC por su sigla en inglés), fue creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en 1988, para ofrecer al mundo evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, incluyendo sus causas, posibles repercusiones medioambientales y eventuales estrategias de respuesta. 

    Desde sus inicios, el IPCC ha preparado seis informes que constan de varios volúmenes, y ha sido enfático en afirmar que los gases de efecto invernadero, producidos principalmente por el uso de combustibles fósiles, están causando niveles sin precedentes de calentamiento global. Su aporte ha sido tan valorado, que en 2007 compartió el Premio Nobel de la Paz con el ex vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore, por “sus esfuerzos por aumentar los conocimientos sobre el cambio climático de origen humano y divulgarlos, y por sentar las bases de las medidas necesarias para contrarrestarlo”.

    Este 2023, por primera vez en sus 35 años, el organismo asignó a una chilena, un puesto en su mesa directiva. Se trata de la Dra. Laura Gallardo Klenner, profesora titular del Departamento de Geofísica de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, actual directora del Departamento de Postgrado y Postítulo e investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, ambos de la misma institución educativa. La Doctora en Meteorología Química de la Universidad de Estocolmo fue asesora experta en la Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONAMA), y fue autora líder del reporte del Grupo de Trabajo I sobre Bases Físicas del Cambio Climático del Sexto Informe de Evaluación (AR6). 

    Gallardo fue seleccionada como vice-chair del Grupo de Trabajo II para el Séptimo Ciclo de Informes de Evaluación (AR7). Este equipo de especialistas evalúa la vulnerabilidad de los sistemas socioeconómicos y naturales al cambio climático, sus consecuencias negativas y positivas, y las opciones para adaptarse a este fenómeno. Recientemente, indicó que es necesario reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero en esta década, y aumentar los esfuerzos de adaptación de forma inmediata para evitar impactos mayores. 

    El pasado mes de julio, la Dra. Gallardo expresaba en la página web de la casa de Bello: «Tomo la elección como un honor de poder representar a Chile que, por primera vez, será parte del organismo directivo del IPCC, y también como un desafío para poder hacer de la ciencia chilena y latinoamericana, una que quede mejor representada en los ámbitos de la adaptación y la resiliencia ante el cambio climático». Hoy agrega que uno de sus objetivos más relevantes es “facilitar la participación en este foro científico de nuestros” del continente, pues la mayoría de la ciencia “se sigue haciendo en el hemisferio norte”. 

    Esta última reflexión fue expresada por ella en la Universidad de Magallanes (UMAG), institución de educación superior estatal con la cual el (CR)2 organizó la 4ª versión de su Escuela de Verano. Esta iniciativa de vinculación busca apoyar la formación de nuevos investigadores y tomadores de decisiones, para colaborar con el ciclo de políticas públicas e informar a la sociedad sobre el conocimiento generado. Esta vez, se efectuó en Magallanes, y abordó la construcción de una gobernanza climática desde la Patagonia, con perspectivas interdisciplinarias y reflexiones desde lo local.

    Laura Gallardo Klenner se dio un tiempo para brindar una entrevista a Comunicaciones de la UMAG, la cual compartimos a continuación. 

    – ¿Qué importancia tiene esta escuela en el devenir de lo que ha sido el CR2 y también en el devenir de las colaboraciones científico-académicas? 

    Esta escuela es la cuarta Escuela de Verano del Centro de Ciencias del Clima y la Resiliencia, que ha tenido distintos enfoques, pero éste en particular, se enfoca en el ámbito de la gobernanza climática, y sus dificultades en un mundo en crisis y en un mundo donde la complejidad como característica se hace evidente. Y se quiso hacer aquí, en una zona extrema de Chile, en una zona prístina desde algunos puntos de vista, que está viviendo una transición energética muy salvaje, y estoy usando la palabra salvaje en el sentido de la rapidez con que se quiere hacer, quizás no siempre considerando todos los aspectos que hay que considerar para una transición energética como la que se quisiera. Entonces discutir aquí, y hacerlo en conexión con instituciones como la Universidad de Magallanes, en fin, acá, creo que tiene un valor especial. Aparte, ésta es una zona que bien podría servir como refugio climático, por lo tanto, es una zona de mucho interés, y se tiene la participación de alrededor de 20 estudiantes, algunos de ellos de posgrado, y otras personas que vienen del servicio público y de otros lugares. Así que es una escuela diferente en el sentido de su ubicación espacial, pero también con este foco local, y subrayando las condiciones tan particulares que tiene la Patagonia, particularmente, en el lado chileno.

    La investigadora Laura Gallardo realizando una clase en la Escuela de Verano.

    – Ud. en este momento es la chilena que tiene mayor relevancia en la gobernanza y toma de decisiones dentro de un espacio tan importante como el IPCC. ¿Cómo se dio ese nombramiento y cómo lo valora?

    Es una presencia como vice-chair, vicepresidente, dentro de lo que se llama el bureau del Panel, que es la instancia que coordina y da líneas del funcionamiento del IPCC, organismo que hace una conexión entre la comunidad científica y la toma de decisiones por lo menos a nivel global, a nivel de los países. Efectivamente, esta es la primera vez que Chile hizo un trabajo coordinado entre el Ministerio de Medio Ambiente y de Relaciones Exteriores, para esta votación en Nairobi, en julio más o menos, y se consiguió por primera vez la presencia de alguien de nuestro país en esta instancia. Eso implica varias cosas. Implica poder relevar los temas que son de importancia para Chile, pero no sólo para Chile, sino para la región, porque es la posición dentro de la región de Sudamérica. Llamar y facilitar la participación en este foro científico de autores nuestros, pues si bien el IPCC siempre tuvo una componente bien democrática, para que éste fuera un problema global abordado por todos, evidentemente la mayor parte de la ciencia se sigue haciendo en el hemisferio norte y en algunos pocos países. 

    Pero se han ido ganando espacio en dos elementos muy importantes. El primero, en género, aunque todavía estamos lejos. En el último informe de evaluación número 6, en el informe 1 que tiene que ver con las bases físicas del cambio climático, se logró por primera vez un 30% de mujeres, lo que sigue siendo una cifra inferior a la deseable. Y lo segundo, cada vez más, el informe se hace y se plantea a partir de una mayor diversidad de autores del así llamado “sur global”, y eso también ha sido una lucha al interior del IPCC. Es parte de los roles que me corresponde jugar, en términos de llevar una voz regional a esta discusión, e incrementar el número de autores y autoras de la región. 

    Por otra parte tiene que ver también con relevar los temas que son pertinentes y sensibles para nuestra zona del mundo, en base a las luchas anteriores, digamos. Por ejemplo, ahora se va a desarrollar un informe especial sobre cambio climático y ciudades, cuestión que es extraordinariamente relevante para América del Sur, donde alrededor el 80% de la población ya es urbana, y llegando a países como Chile donde el 90% de la población es urbana, y considerando que las ciudades además concentran alrededor del 70% de las emisiones de dióxido de carbono. ¿Por qué? Porque allí se concentra el consumo y el requerimiento de energía, y eso redunda en estos números tan abultados que van a seguir creciendo, porque la población urbana sigue creciendo. Entonces ese informe va a ser de especial relevancia para nuestra región, para nuestra parte del mundo, así como para otras, el sudeste asiático, etc., por lo tanto, hay que tener ahí la voz de nuestros científicos y científicas. Y cuando digo científicos y científicas no me refiero sólo a las así llamadas ciencias duras, sino también a las ciencias sociales, que estén presentes en esta discusión de cómo abordar o, más bien, cuáles son las crisis que estamos viviendo en las ciudades; qué podemos hacer dentro de ellas tanto en términos de adaptación como de mitigación. 

    – La información que entrega el IPCC es muy abundante, con mucha evidencia, y muy categórica respecto de la situación que estamos viviendo. ¿Cuál es la real incidencia política que tiene una información de tanto valor?

    El IPCC nace en el año 1988, como una interfaz entre ciencia y política. Y eso es lo que sigue haciendo, pero donde la política estaba reducida, por ejemplo, a los gobiernos nacionales. Y probablemente la expectativa era que con unos pocos informes, la racionalidad en las decisiones nos llevará a cambios. Pero evidentemente eso no es así. Las decisiones humanas no sólo son racionales; también tienen otros elementos, y se cruzan con intereses, aquellos que son productores de petróleo que son muchos, y un tipo de sistema de organización, de política global, en que las cosas funcionan de una cierta manera.

    El tipo de cambios que se requieren para enfrentar esta crisis, no son sólo cambiar de fuentes de energía, tiene que ver con cómo cambiamos los modos de convivencia, entre nosotros seres humanos, pero también entre nosotros seres humanos y nuestro entorno. Y es un cambio de paradigma tan fundamental que es difícil, entonces, para un instrumento que se crea en el año 1988, ha habido avances, sí, ha habido avances. Cosas como el Acuerdo de París, que son los informes del IPCC llegando a la convención marco. De hecho, el establecer una conferencia de las partes en el año ‘94 para establecer una Comisión de Cambio Climático, es un primer gran resultado. Sin embargo, pese al desarrollo que ha tenido la discusión política, y a pesar de todas las señales, indicaciones y el tono cada vez más fuerte que se ha ido usando, para todos es evidente que nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y de otros forzantes climáticos siguen creciendo. Ahí uno siente que se empieza a perder eficacia en la toma de decisiones. 

    Sin embargo, a veces -y es uno de los cuestionamientos internos- estos informes que escribimos, primero, son excesivamente largos, y muchas veces parece que le estamos escribiendo a la galería de nuestros colegas en el mundo, y no a tomadores de decisiones. Así que se está discutiendo mucho el poder hacer estos informes integrados, que primero, no separen el mundo en las partes en que solemos dividir las cosas en las universidades, ¿cierto? Por allá la cosa física, por allá la cosa social, y por allá la cosa ingenieril. No, aquí son cuestiones integradas que tratan de proveer una visión que sea efectivamente más útil para la toma de decisiones. Hay un cuestionamiento interno respecto de cómo efectivamente poder llegar al público, no sólo a los gobiernos nacionales sino que a gobiernos regionales y locales, cómo llegar más a la ciudadanía, cómo hacer que nuestro mensaje sea mucho más concreto. 

    Ahora, una de las características del IPCC es este afán democrático; primero, que estuvieran representados todos los países, y segundo, que las decisiones fueran por consenso, y eso es algo que se ha vuelto difícil. Pero es bien interesante que, a pesar de que los resúmenes se revisan línea por línea, y a pesar de las posiciones de intereses muy marcados, se ha llegado a este consenso científico indiscutible, irreducible, de que estamos en una crisis climática que no sólo es climática sino que también es, como bien aborda esta escuela, una crisis de gobernanza; una crisis política de convivencia entre nosotros mismos como seres humanos, y entre nosotros y el ambiente que nos rodea.

    – A propósito de su reciente realización, extiendo la pregunta hacia qué incidencia tienen las Conferencias de las Partes (COP) en las políticas públicas

    Bueno, este año en particular la COP estuvo dirigida por un magnate y director de una empresa petrolera. Parece ser un poco una contradicción. Quizás la democracia se nos fue un poquito de las manos. No estoy 100 por 100 al tanto de lo que se ha conseguido; entiendo que hay algunos avances, por ejemplo, en lo que se denomina pérdidas y daños, en que tiene que haber una responsabilidad de quienes causamos el cambio climático y los daños que se están observando, por ejemplo, en las islas del (Océano) Pacífico que se están tornando invivibles. Y no sólo eso. Qué pasa con los huracanes, cuya frecuencia ha ido aumentando en el contexto de un mundo cada vez más caliente y globalizado.

    También, hay que mirar la COP y el IPCC en los contextos sociopolíticos en que estamos. Estamos con un resurgimiento de una guerra comercial entre China y EEUU, con una renovación de posiciones que creíamos francamente del pasado, pero que se están retomando, con populismos por doquier, donde las explicaciones simplistas a problemas extraordinariamente complejos se vuelven las más votadas, etc. En ese contexto, si uno lo mira con todo eso, es increíble lo que se ha logrado. ¿Es suficiente? Absolutamente no. Todavía dista absolutamente de lo que hay que hacer. Hay una brecha enorme entre lo que se requiere hacer y lo que estamos haciendo, y en eso yo creo que hay que persistir; hay que ser porfiadamente optimistas en tratar de lograr esto, porque la alternativa es dejar que todo pase, y sigan sufriendo más los que siempre sufren, o hacemos algo.

    Yo creo que hay respuestas que van desde la participación ciudadana, la organización ciudadana desde los niveles más locales, en pensar bien qué es lo que uno vota en las elecciones, a quién uno vota. Nosotros, que tenemos, por lo menos por ahora, un sistema democrático. Hay otras partes del mundo donde eso ni siquiera pasa; las decisiones se toman de otra forma. Entonces, creo que hay que persistir, persistir y  mantener la cabeza arriba, porque también es un momento de cambios de paradigma. Muchas veces les digo a mis estudiantes «es un momento de cambiar el mundo, el mundo requiere un cambio, y requiere un cambio muy profundo”. Tampoco hay que amilanarse con la primera ola que viene en contra. Al revés, hay que persistir, porque esto va a tener a un cambio profundo y drástico, tal cual se ha puesto con el consenso global en términos del lenguaje del IPCC.

    – A propósito de su opinión de que la transición energética que está viviendo Magallanes es salvaje, ¿cree que está amenazada la posibilidad de que esta ecorregión subantártica sea un refugio climático?

    Yo creo que hay dos cuestiones. Primero, efectivamente, de lo que yo me he ido enterando -de hecho, tuvimos en la Universidad de Chile una mesa de discusión sobre esto- la instalación tiene algunos elementos, para decirlo suavemente, un poquito megalomaníacos. Era como una cosa desproporcionada. Y hay sectores que parece que están tremendamente apurados. Pero yo diría que, frente a una crisis global como la que tenemos, las transiciones energéticas tienen que ser, pero también tienen que ser transiciones energéticas justas, y uno no puede sacrificar una de las pocas zonas relativamente prístinas que le quedan a la humanidad, en pos de proveer energía, además, para mercados de Europa, en condiciones en que, muchas veces, esos países mantienen un estándar de vida que no es necesariamente compatible con un mundo sostenible. 

    Por otro lado, hay una oportunidad de negocios. Efectivamente, la hay. Pero hay que ser capaces de morigerar lo que uno hace para poder hacerlo bien. Alguien dice por ahí “estamos apurados porque estamos atrasados en muchas cosas”, pero por eso mismo hay que ir con mucho cuidado. A propósito de la complejidad que caracteriza el mundo, uno no puede reducir la transición energética a una cuestión de contar meramente kilowatt hora. Eso tiene dimensiones sociales que son tremendamente importantes. El mero hecho de que, potencialmente, crezca de manera muy rápida la población de una zona como ésta, es un tremendo problema, entonces, hay que hacer esas consideraciones. 

    El otro día, en otro foro, me tocó hablar con alguien de CORFO, y aparentemente habría habido en esta mesa nacional (Comité Estratégico para el Plan de Acción de Hidrógeno Verde), una suerte de suavización de los proyectos, lo que me alegró mucho. Porque es cierto; no se trata de eliminar el hidrógeno verde y la energía eólica -en una zona que es tan ventosa como ésta es un despropósito- pero tiene que hacerse en consideración no sólo de los kWh, sino que también en proporción a estas otras consideraciones de biodiversidad, de equilibrio social, de acceso y de justicia. 

    En cuanto al carácter de refugio, por supuesto. (Esta región) tiene condiciones de temperatura. Aunque se prevén probablemente condiciones de viento y extremos de precipitación que van a ser más intensos, cambios en el nivel del mar, es decir, ésta no es una zona ajena a los riesgos, pero relativamente menos que, por ejemplo, zonas que se van a volver francamente invivibles si las temperaturas siguen creciendo. Entonces sí, yo creo que esto tiene que ser (refugio climático). Pero igual que el hidrógeno, no es que abramos la Patagonia y digamos ‘vénganse todos para acá’, porque eso tampoco se va a volver sostenible. También es una decisión que hay que tomar de manera democrática, con participación ciudadana, considerando muchos puntos de vista, y tomar también las medidas que sean necesarias para que esa decisión, efectivamente, logre ponderar la complejidad, la miríada de condiciones que hay que ser capaces de evaluar.