Lo bueno y lo malo de la “adaptación” al cambio climático (La Tercera)

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El aumento de las temperaturas nos acompañará por décadas. Y mientras se sigue luchando contra el cambio climático, hay que adaptarse. Esa es la idea que crece con más fuerza en el sector público y privado.

Por Daniel Fajardo

A pesar de las lluvias de esta semana, estamos aún con un gran déficit de precipitaciones; y a pesar del esfuerzo para que la temperatura mundial no aumente más de 2 °C (Acuerdo de París), la comunidad científica ya estableció que no se logrará. Parece un panorama negro, más bien seco. La buena noticia es que surge con más fuerza el concepto de “adaptación” al cambio climático. Pero esta aceptación tiene sus pros y contras.

Según Marcela Bravo, gerente general de Acción Empresas, “al desarrollar una estrategia de adaptación, realizamos un ajuste como respuesta a los impactos del fenómeno, reduciendo el daño y potenciando las oportunidades que tenemos de hacerle frente”. Esta entidad acaba de lanzar un estudio donde encuestó a decenas de empresas sobre su apreciación acerca de la adaptación. Por ejemplo, el agua potable tiene 84% de importancia, mientras que el aumento del costo de la vida, 3% (ver tabla).

Para Giovanni Calderón, director ejecutivo de la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático, el aceptar el problema “nos permite definir acciones planificadas, y así, minimizar los efectos negativos y aprovechar los efectos positivos, además de estar alineados al desarrollo económico”. Una idea similar indica Clemente Pérez, socio Guerrero Olivos y director de Sustentable S.A.: “La adaptación genera el desarrollo de medidas para reducir la vulnerabilidad de ciertos sectores y obtener beneficios de los casos en que pueda haber oportunidades, como aprovechar agrícolamente zonas que hoy no se están utilizando por una deficiente gestión del agua”, indica Pérez.

El Plan de Acción Nacional de Cambio Climático identificó nueve sectores prioritarios, como el silvoagropecuario, biodiversidad, pesca y acuicultura, entre otros. “Las industrias que subsistan serán justamente aquellas capaces de adaptarse. Para eso debemos formar capital humano a nivel de pre y post grado que entienda las implicancias a nivel local y que pueda realizar I+D+I”, explica Josefina Poupin, académica de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la U. Adolfo Ibáñez.

No dejar la mitigación. Desde la WWF Chile, su director de conservación, Rodrigo Catalán, explica que nunca será posible evitar todos los efectos del cambio climático. “Con la adaptación solo podemos minimizarlos, lo cual será difícil en zonas costeras, desérticas y semidesérticas afectadas por sequías y cambios en el nivel del mar”. Anahí Urquiza, investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 de la U. de Chile tiene un planteamiento similar. “El aumento de las temperaturas afectará a poblaciones más vulnerables, como personas de la tercera edad con bajos recursos que viven en casas mal aisladas”, indica la académica, y agrega “Si ponemos mucho foco en la adaptación, puede quedar la impresión de que ya no es necesario hacer esfuerzos en mitigación. Pero hay que seguir haciéndolo. No es lo mismo adaptarse a 1,5° más, que a 3°”

Incluso, según el abogado socio área Medio Ambiente y Regulación de Moraga y Cía., Jorge Canals, “De no existir medidas urgentes y coordinadas, no se percibirán la estabilización de las emisiones, sino muy entrado el siglo XXI, por lo que la adaptación supone aceptar que el calentamiento del planeta ya está en marcha”.

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