Chile se convertirá en diciembre en el país anfitrión de la Convención Internacional del Cambio Climático de la ONU, la COP25. El invierno más seco de los últimos 70 años ahoga la economía familiar, agrícola y ganadera.
Por Patricia Luna
La situación es dramática en Coquimbo, la región inmediatamente al norte de Santiago que lleva más de 10 años en una sequía continúa y que ha tenido un invierno con un 87% de precipitaciones menos de lo habitual: más del 50% de la masa de ganado se ha perdido, según cifras oficiales.
Coquimbo fue la primera de las seis regiones declaradas en emergencia agraria en Chile, una fórmula administrativa para acelerar la llegada de ayuda económica a los agricultores y ganadores del lugar y que suele decretarse al final del verano, por primera vez en la historia este año en medio del invierno chileno, en agosto.
Un mes después, cinco regiones más: Atacama en el norte, Valparaíso, el Maule y 0´Higgins, en el Centro Sur, y la Región Metropolitana donde se ubica Santiago engrosan una lista que abarca el centro norte país y que se extiende por casi 1.000 kilómetros del territorio chileno.
Los dramas financieros, personales y sociales que se esconden detrás de esas cifras impersonales lo son aún más: según datos del Ministerio de Agricultura, existen 119 comunas bajo decretos de emergencia agrícola en las regiones de Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana, O’Higgins y Maule y 56 bajo decreto de escasez hídrica, un escalón más abajo, en Coquimbo, Valparaíso y la Región Metropolitana.
Miles de animales mueren cada día, poniendo en riesgo las finanzas de los crianceros
Más de 37.000 agricultores, 700.000 animales en riesgo y 430.000 colmenas afectadas en las cinco regiones a fecha del 12 de septiembre según datos del mismo ministerio, una cifra que se acrecenta de manera exponencial cada día que pasa y que no llueve.
En regiones como Valparaíso ya habrían muerto al menos 10.000 animales por falta de agua, según informaciones reportadas por medios locales. Las cifras de animales muertos son imprecisas y cambian de región a región, pero los saldos son similares: la destrucción de la economía familiar, del sustento de crianceros y pequeños y medianos ganaderos rurales que ven cómo desaparecen sus animales y el patrimonio que les ha costado tanto esfuerzo amasar y del que depende su sustento económico.
«El año pasado tenía 150 cabras, las mandé a la cordillera y me llegaron 110, ahora tengo 79», relata María Araya, criancera de Illapel, en un reportaje del canal local ‘TVN’ sobre los efectos de la sequía en el valle de Cochapal en la región de Coquimbo.
Casi todos los días pierde una de sus cabras como consecuencia de la falta de agua y alimento y tiene que enterrarlas con sus propias manos y esfuerzo. Araya vive de la venta de quesos de cabra y su futuro se ve incierto.
La sequía aumentó el número de abortos en los animales
Este año no tendrá posibilidad de hacer queso, la poca leche que dan las cabras la usa para tratar de salvar a otras crías.
«Está viva pero ya no se va a levantar, lentamente empieza a morir la cabra. Para mí, mis cabras son mi familia, entonces es muy difícil verlas así», dice Miryam Cortés al canal, otra de las crianceras de Salamanca.
La sequía afecta también al incrementar el número de abortos del nuevo ganado, que muere antes de nacer o nace prematuro y muere ante el frío matutino.
La historia se repite en toda la región, donde también se ha triplicado el precio del forraje para alimentar a los animales, que se vende ahora a precios astronómicos. A la par, vender animales resulta una solución imposible, los precios son muy bajos y apenas alcanza para alimentar al resto del ganado.
En estas regiones la sequía y la pérdida de ganado están presentes de manera constante: las publicaciones de redes sociales locales dan cuenta de los lugares donde se detectan animales agonizando por la falta de agua.
La declaración de emergencia agrícola ha supuesto la disposición de recursos económicos por parte del Estado chileno. También se han puesto en práctica métodos como volver a la trashumancia y pasar el ganado a Argentina para alimentarlo allí, o trasladarlo al sur de Chile, a regiones con más pasto.
De momento la ayuda oficial llega lenta a los pobladores, que se quejan en muchos casos en redes sociales de que la ayuda es escasa y llega tarde.
Hasta las abejas están muriendo de de sed…
En la región de O’Higgins la crisis hídrica afecta especialmente a la producción de miel y abejas, con registros de miles de abejas falleciendo por escaso alimento.
«La crisis que estamos pasando es muy severa», afirmó a ‘TVN’ Raquel Lagos, presidenta de los Apicultores de la región de O’Higgins.
Por ejemplo, se relata el caso de Raúl Díaz Gónzalez, un apicultor de la zona que en 2017 produjo 22.000 kilos de miel y que este año no producirá ninguno. Si alcanza a salvar a su población de abejas, se dará por satisfecho.
«La abeja trabaja para alimentar sus crías no va a haber miel para cosechar. El futuro lo veo muy crítico si no hay lluvia», afirma, taciturno.
En esta región el déficit de lluvias es del 78%, según datos de la Dirección General de Aguas y la nieve que se ve tradicionalmente en la Cordillera a estas alturas se ha reducido a la mitad.
n Santiago, desde que hay registros, este es el tercer invierno más seco de su historia, al igual que en Valparaíso. En Curicó, al centro sur del país, en la región de El Maule, el segundo desde que se empezó a medir, según datos de la Dirección de Meteorología de Chile.
Uno de los cuatro años más secos desde que hay registro
«Este es uno de los cuatro años más secos en el Centro Norte de Chile desde que tenemos registro hace 120 años», dijo a France 24 René Garreaud, subdirector del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR) 2 y académico del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile.
Para Garreaud el problema no radica solo en el hecho de que este haya sido el invierno más seco puesto que hubo años similares en 1924, 1968 y 1998, sino en que en esas ocasiones los años secos se producían después de ciclos lluviosos. Sin embargo, la situación es histórica porque el invierno seco en esta ocasión se produce tras una megasequía donde la escasez de lluvias se arrastra en un período que va de los últimos 7 a 10 años, dependiendo de la región. Por tanto este año sequísimo, que podría producirse por causas naturales y que se repite cíclicamente cada 30 años, agrava profundamente la situación de sequía que atraviesa el país.
Según el científico, un tercio de esta sequía sería atribuible al cambio climático, aunque también afectan otros factores.»Escasez de lluvias no siempre significa escasez hídrica», puntualiza Garreaud.
En el mismo punto coincide Francisco Zambrano, investigador y académico de Teledetección de la Universidad Mayor, que estudia imágenes satelitales para ver la evolución de la existencia de agua y de los cultivos en la zona afectada por la sequía: «El problema es que la escasez hídrica está llegando a los pozos de los que se alimentan los agricultores que van a tener que compartir riego en algunas zonas de forma histórica y eso es algo que no había ocurrido antes».
Para Zambrano, las peores proyecciones del IPCC en cuanto a escasez hídrica en Chile se han cumplido en este año, mucho antes del 2050 como se anticipaba debido a que los modelos internacionales usan proyecciones y no datos locales.
Todo esto se ve acrecentado por la falta de planificación de las autoridades, que conociendo las proyecciones oficiales no tomaron medidas y también por la escasa tecnología que se utiliza en el medio rural, donde no hay una forma de aprovechar mejor el agua que existe.
Gobierno anunció 5.000 millones de dólares para revertir los efectos de la sequía
«Debemos avanzar en desarrollar una agricultura más moderna, pujante, que permita optimizar los recursos que utiliza, por ejemplo, la eficiencia del riego de una hectárea tradicional es de cerca del 40%, pero si se tecnifica, esa eficiencia sube a más del 90%», ha manifestado durante la crisis el ministro de Agricultura, Antonio Walker.
Por su parte el Gobierno de Piñera anunció inversiones por USD 5.000 millones en «empresas sanitarias para aumentar la capacidad de producir agua y mejorar la seguridad en el abastecimiento, la calidad y reducir las pérdidas», una medida que puede impactar en el futuro.
Pero mientras eso se materializa queda este dudoso presente. «Chile tiene un clima mediterráneo, si este año no llovió en invierno habrá que esperar al 2020, pero lo que si está claro es que los veranos siempre han sido secos», explica Garreaud, quien advierte del incremento de posibilidades de que se presenten incendios forestales de cara al verano.
De momento las medidas no hablan del consumo humano, que también podría verse afectado en los próximos meses en un país que en el que una buena parte de la población rural se abastece con camiones aljibe.
¿Cómo sobrevivirá el ganado que aún sigue vivo en las zonas de emergencia? ¿Cómo sobrevivirán las familias que viven de él?
Cuando se organice en el próximo mes de diciembre la Convención Internacional sobre el Cambio Climático de la ONU, la COP25, el país podría hacerlo en el contexto de una de las peores crisis hídricas de toda su historia.
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