Columna de opinión de Mauro González, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y académico de la Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales de la Universidad Austral de Chile. Publicada en Ciper Chile.
En muchas regiones del planeta los incendios están siendo más frecuentes y de mayor magnitud que antaño. Además de los significativos impactos socioeconómicos y ambientales, esto puede llegar a reducir la efectividad de las medidas de mitigación para las emisiones de gases de efecto invernadero. Aplicado al caso chileno, el autor de esta columna propone la diversificación del paisaje como estrategia clave para reducir el daño e incrementar la resiliencia de los socio-ecosistemas.
Es posible relacionar el mayor número y tamaño de los incendios desatados en los últimos años en diversas zonas del planeta con factores climáticos tales como la reducción de las precipitaciones, y el aumento de las olas de calor y viento producto de patrones del sistema oceáno-atmósferico de mayor escala derivados del cambio climático. La explicación es simple: a mayor calentamiento del planeta, más cálidas, secas y prolongadas serán las temporadas de incendios, generándose con ello una mayor sequedad de la vegetación y, otra vez, el aumento en riesgo de nuevos incendios.
Coincidente con la megasequía que afecta al centro-sur del país desde 2010, en Chile los incendios han sido de cada vez mayor magnitud y dificultad de control[1]. Las intensas olas de calor, y el secamiento y mortalidad de la vegetación están incrementando los incendios extremos y destructivos, los que además son amplificados por las extensas y homogéneas plantaciones forestales de pinos y eucaliptos.
Se estima que en el período 1985-2016, el cambio climático antropogénico —esto es, causado por la acción humana— ha contribuido, a través del gradual aumento de las temperaturas, en aproximadamente un 20 por ciento del área total quemada en la zona centro-sur de Chile[2].
A la vez, más del 70 por ciento de los megaincendios (eventos >10.000 ha., como los que afectaron a la región del Maule en el verano de 2017) ha ocurrido en esta última década, de 2010 en adelante. El uso de suelo mayormente afectado por los megaincendios han sido las plantaciones industriales ubicadas en la Cordillera de la Costa entre las regiones del Maule y el Biobío, con un 50 por ciento del área total quemada.
La estrategia nacional para contrarrestar los efectos del cambio climático ha considerado al sector denominado «Uso de la tierra, Cambio de uso de la tierra y Silvicultura» (UTCUTS), como fundamental en la mitigación de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) para alcanzar la carbono-neutralidad para el año 2050. Si bien en la estrategia y acciones propuestas se incluye el manejo, plantación y restauración del bosque nativo a gran escala, junto con reducir su degradación y deforestación, también considera continuar expandiendo la superficie de plantaciones forestales (que ya supera las tres millones de hectáreas en el país).
La estrategia de incrementar la superficie de plantaciones como mecanismo de mitigación de emisiones de GEI, parece contraintuitiva y ha sido fuertemente cuestionada por la comunidad científica. Además de las diversas problemáticas e impactos producidos por los extensos monocultivos —que por ejemplo afectan a la biodiversidad, abastecimiento de agua, conflictos sociales y otros—, el escenario climático futuro indica manifiestamente que esta estrategia puede incinerar nuestro compromiso de reducción de emisiones, como ya se observa en ciertas regiones del mundo. El mayor riesgo y susceptibilidad a megaincendios de las masas continuas y homogéneas de plantaciones forestales no sólo tendría por consecuencia la mayor emisión de GEI, sino que además el área quemada reduciría o perdería a su vez la capacidad de captura y secuestro de carbono.
Considerando que las proyecciones climáticas futuras para Chile indican un clima similar al experimentado en la temporada de megaincendios 2016/2017[3], deben considerarse políticas y estrategias de gestión que apunten a la diversificación del paisaje y las actividades socioeconómicas del territorio. Así, es tarea relevante del Estado fomentar y fortalecer el manejo y restauración del bosque nativo y de actividades pecuarias y agroforestales, resguardando a su vez tradiciones y cultura local.
Por su parte, el sector forestal tiene hoy ante sí un importante desafío. A través de una perspectiva de paisaje puede contribuir a la diversificación de las continuas y homogéneas masas de plantaciones forestales. Configurar un paisaje forestal heterogéneo significa generar un mosaico de rodales de distintos tamaños, edades y especies; y restaurar el bosque nativo y sus zonas de protección, áreas vitales para proteger cursos de agua y su biodiversidad. No cabe duda que avanzar en esta estrategia no sólo podría mitigar el impacto de los incendios y reducir así las emisiones de GEI, sino que abordaría otra serie de problemas sociales y ambientales hoy cuestionados por la comunidad.
Por fortuna, como ha sido discutido y manifestado en numerosos foros y reuniones[4], parece existir una amplia convergencia en la urgente necesidad de avanzar hacia un paisaje socioecológico más diverso, en el que el Estado, con las competencias y atribuciones necesarias, está llamado a asumir el liderazgo.
NOTAS Y REFERENCIAS
[1] Referencia histórica en <https://www.conaf.cl/incendios-forestales/incendios-forestales-en-chile/estadisticas-historicas/>
[2] Varios autores (2020). «Incendios forestales en Chile: causas, impactos y resiliencia». Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, (ANID/FONDAP/15110009), 84 pp. [ver].
[4] Exposición en Comisión Desafíos del Futuro, Comisión Ecosistemas (tema Incendios). Senado de Chile, 16/abril/2021 [ver].